Obsolescencia tecnológica (Parte 1)

Si bien el concepto eleva el nivel económico, también ocasionado un brutal consumismo, y plantea la duda de si es ético crear un producto para que falle
C&T
jueves, 29 de diciembre de 2016 · 00:00
 Ensenada, B. C.

En los alimentos y medicamentos es muy común para los fabricantes ponerles una etiqueta de fecha de caducidad. A partir de esa fecha no es recomendable su consumo.
Pero qué sucede cuando hablamos de obsolescencia en algún producto electrónico o que tenga que ver con la tecnología, como puede ser un teléfono celular, tableta, computadora, software, reproductores de música o video, entre otros. A este último tipo se le conoce como obsolescencia tecnológica.

¿Qué es obsolescencia?
Este término que deriva del latín "obsolescens”, podría traducirse como "algo que ha dejado de usarse”. Obsoleto es algo que se vuelve anticuado, antiguo o arcaico, y que por lo tanto, cae en desuso.
La obsolescencia puede ser de dos tipos: percibida y programada.
La primera es aquella que sucede cuando el consumidor por su puro capricho decide comprar el siguiente producto de la línea, el cual es un poco mejor, un poco antes de que éste deje de funcionar o se rompa.
Es decir, en la obsolescencia percibida le corresponde al consumidor decidir o no comprar la siguiente línea del producto. Ya sea porque hay nuevas funcionalidades, colores, o porque ya se ve desgastado. Esto ocurre en la ropa, calzado, automóviles... pero también en productos tecnológicos.
El segundo tipo es aquel en el cual el propio fabricante reduce el tiempo de vida del producto para que el consumidor se vea obligado a comprar otro similar o con mejoras.
La obsolescencia programada se puede dividir en tres: de función, cuando un producto sustituye al anterior por su funcionalidad superior; de calidad, cuando un producto se vuelve obsoleto por un mal funcionamiento programado; o de deseo, cuando un producto, aun siendo completamente funcional, deja de ser deseado por cuestiones de moda o estilo. Algo parecido a la obsolescencia percibida.

Antecedentes
Uno de los primeros antecedentes del término "obsolescencia programada”, se le atribuye a Bernard London, un comerciante neoyorkino acaudalado de origen ruso, quien la propuso para reactivar la economía en la década de los años 30 -época de la gran depresión de Estados Unidos-, en unos ensayos publicados entre 1932 y 1935.
El primero de ellos, "Ending the Depression Through Planned Obsolescence (1932)”, proponía que "Todos los productos tuvieran una vida limitada, con una fecha de caducidad, después de la cual se considerarían legalmente muertos. Los consumidores los devolverían a una agencia del Gobierno, para su destrucción; quién se quedara con un artículo después de caducado pagaría una multa”.
Con esta fecha de caducidad obligada, decía London, se reactivarían los empleos, y el consumo, generando más producción, más riqueza y el auge de la economía. Por fortuna, la propuesta de Bernand London paso desapercibida y la "obsolescencia obligatoria” nunca se puso en práctica.
Después de terminada la Segunda Guerra Mundial, los fabricantes y los anunciantes de productos promovieron el consumismo hacia la comunidad estadounidense, con otra nueva estrategia.
Fue en la década de los años 50, cuando se reactiva nuevamente la obsolescencia programada, pero ahora en vez de ser obligatoria, la meta era seducir al consumidor. 
En esa época, un diseñador industrial estadounidense, Brook Stevens, redefine a la obsolescencia programada, como "el deseo del consumidor de poseer algo, un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”.
Ya no se trataba de obligar al consumidor a comprar un producto, sino de seducirlo para que lo comprara. Hasta la fecha este es el estilo de vida actual de consumismo de productos en muchos de los países capitalistas y no capitalistas.
La seducción no fue el único mecanismo que se utilizó para incrementar el consumismo, también lo fue hacer que los productos ya no tuvieran una larga vida.

Conclusión
Si bien, la obsolescencia programada ha elevado los niveles de la economía de los países, también ha ocasionado un brutal consumismo por las mismas empresas fabricantes de productos, quienes por mantenerse en el mercado, seducen al consumidor para "comprar, tirar, comprar”.
Ésto trae como consecuencia el incremento de deudas en tarjetas de crédito, pero también el incremento de tiendas de saldos, productos de segunda mano, tiendas de empeño, tiendas departamentales de crédito... y también el tráfico de la basura electrónica.
Para terminar esta primera parte del artículo les dejo está reflexión ¿Es ético crear un producto para que falle?
En una segunda parte de este artículo, responderemos esta pregunta y ampliaremos más el tema con algunos ejemplos.

*El autor es profesor-investigador de la Licenciatura en Ciencias Computacionales de la Facultad de Ciencias, UABC, Ensenada, Baja California, México.

Referencia obligada: "Comprar, Tirar, Comprar - Obsolescencia programada”

FRASE
"Un artículo que no se desgasta, es una tragedia para los negocios.” 
Revista Printers’ Ink
 
Por:
Evelio Martínez Martínez/COLABORACIÓN*
evelio@uabc.edu.mx


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