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La predicción de los sismos

La próxima vez que alguien intente predecir una sacudida de tierra basado en la observación de gases, sapos o la luna, recuerde que conocer con certeza, dónde, cuándo y de qué magnitud serán los temblores futuros, es aún un tema pendiente
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jueves, 5 de octubre de 2017 · 00:00

Eduardo A. Durazo
eduardo.durazo@cetys.mx | Ensenada, B. C.

La noche del 5 de abril de 2009, los residentes del pueblo italiano medieval de L’Aquila se preparaban para irse a dormir cuando sintieron un relativamente pequeño temblor (de magnitud 3.9 en la escala de Richter), seguido de una réplica menor (de magnitud 3.5), apenas perceptible para una ciudad acostumbrada a los sismos.

Sin embargo, a las 03:32 horas, la ciudad se vió sacudida por un movimiento de magnitud 6.3 que devastó la ciudad, acabó con la vida de alrededor de 300 personas y dejó sin hogar a más de 65 mil habitantes.

A pesar de las terribles consecuencias que tuvo, este temblor no hubiera tenido mayor trascendencia de no ser por un dato inédito que dió cuenta la prensa, el temblor había sido predecido un mes antes en televisión por un técnico del Instituto Nacional de Física Nuclear llamado Giampaolo Giuliani quien había monitoreado niveles inusuales de gas radón en el área, en donde también los habitantes habían reportado destellos luminosos inusuales.

Las consecuencias de esta supuesta predicción alcanzaron a seis científicos de la Comisión Nacional para la Predicción y Prevención de Riesgos Mayores y un oficial gubernamental de la oficina del Servicio Técnico de Protección Civil.

Estos fueron a dar a la cárcel por haber ofrecido información falsa sobre la posibilidad de que L’Aquila sufriera un sismo, causando de manera involuntaria muertes que se hubieran podido evitar.

Es decir, estos oficiales descartaron la posibilidad de predecir un temblor, que es una posición más cercana a lo que los sismólogos tienen respecto a este tipo de eventos.

Precisión en predicciones
En realidad, la predicción de Giampaolo Giuliani no había sido para L’Aquila, sino para la vecina ciudad de Sulmona, en donde habría sido reportado a la policía por alarmar a los ciudadanos de esta ciudad. Tampoco era abril la fecha esperada, sino en marzo ya que había argumentado que dado que este mes era el periodo del perihelio lunar (cuando la luna está más cerca de la Tierra) pasado este ciclo se podía descartar el riesgo.

¿Qué se puede deducir de esta historia? La consistencia de los argumentos y la precisión de la predicción no presentan un rigor científico, si hay cientos de personas tratando de predecir sismos y ocurren cientos de sismos al año, invariablemente alguién puede acertar en un momento por azar.

Como dato coincidente es importante mencionar que L’Aquila, al igual que la Ciudad de México, está asentada sobre la superficie de un antiguo lago, lo que incrementa la capacidad destructiva del sismo.

De acuerdo con reporte del diario The New York Times, el cual cita al geólogo Víctor Cruz -adscrito al Instituto de Geofísica, de la UNAM-, gran parte de la ciudad se encuentra sobre capas de arena y arcilla de hasta 100 metros de profundidad que solía estar debajo del lago Texcoco.

Estos sedimentos son, por su composición, blandos y cargados de agua, y hacen que la ciudad sea particularmente vulnerable a terremotos y otros problemas.

Durante un terremoto, los sedimentos más flojos cerca de la superficie hacen que las ondas de choque disminuyan de alrededor de 2.4 kilómettros por segundo a unos 45.7 metros por segundo al entrar en el valle.

Las ondas más lentas crecen en amplitud, similar a un tsunami que se aproxima a una línea costera, y causan sacudidas más violentas.

Peor aún, el material más denso y más profundo debajo de los sedimentos más flojos provoca que las olas permanezcan en el valle, haciendo que las sacudidas amplificadas duren aún más.

Otros predictores que se han usado se relacionan con el comportamiento de los animales. Rachel Grant, de la Open University in Milton Keynes, Reino Unido, reportó en el Journal of Zoology que los sapos comunes mostraron un cambio dramático en su comportamiento cinco días antes de que un terremoto sacudiera L’Aquila.

Grant y su colega encontraron que los sapos abandonaron el desove cinco días antes de que comenzaran las sacudidas, cuando regularmente se quedan en el sitio durante todo el proceso.

Este no es el primer reporte de animales comportándose de manera inusual días antes de un sismo, y la revista Time recuento un registro del siglo I: el historiador griego Diodoro relató cómo ratas, ciempiés y serpientes escaparon de la ciudad de Hélice en 373 A. C. unos días antes de que un terremoto la arrojara al Golfo de Corinto.

Después de un terremoto que azotó la provincia china de Sichuan en 2008, matando a 68 mil personas, los residentes en la ciudad de Mianzhu dijeron que habían visto una migración masiva de sapos antes del temblor -una señal quizá de que los anfibios sabían lo que vendría.

Predicción y pronóstico
Sin embargo, como lo menciona el autor Nate Silver en su libro The Signal and the Noise, es importante poner atención a los términos que utilizamos.

Una predicción es una declaración definitiva y específica sobre cuándo y dónde ocurrirá un terremoto: Un gran terremoto ocurrirá en la Ciudad de México el 19 de septiembre.

Mientras que un pronóstico es una declaración probabilística, por lo general en una escala de tiempo más larga: Hay un 99.7 por ciento de probabilidad de que ocurra un terremoto de magnitud 6.7 en California durante los próximos 30 años.

¿Cómo se pronostica un terremoto? La información recolectada a través de muchos años en el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) ha permitido deducir una herramienta llamada la ley Gutenberg-Richter mediante una fórmula que permite cuantificar la relación frecuencia-magnitud de la actividad sísmica de una región. Afortunadamente para quienes viven en zonas sísmicas, la relación es inversa; es decir, a mayor magnitud, menor frecuencia. Para cada aumento de un punto en magnitud, un terremoto se produce con 10 veces menos frecuencia.

Por ejemplo, los terremotos de magnitud 6 ocurren con 10 veces más frecuencia que los de magnitud 7, y cien veces más que los de magnitud 8.

Por lo que la próxima vez que escuche a alguien predecir un sismo basado en la observación de gases, sapos o la luna, recuerde que a pesar del gran avance de la ciencia, conocer con certeza, dónde, cuándo y de qué magnitud son los temblores futuros, es aún un tema pendiente para la comunidad científica.

*El autor es profesor-investigador en CETYS Universidad, Campus Ensenada y consultor en temas de Emprendimiento e Innovación Tecnológica.

Atención a los términos
Según Nate Silver, en su libro The Signal and the Noise:

  • Una predicción es una declaración definitiva y específica sobre cuándo y dónde ocurrirá un terremoto. Ejemplo: Un gran terremoto ocurrirá en la Ciudad de México el 19 de septiembre.
  • Un pronóstico es una declaración probabilística, por lo general en una escala de tiempo más larga. Ejemplo: Hay un 99.7 por ciento de probabilidad de que ocurra un terremoto de magnitud 6.7 en California durante los próximos 30 años.

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