MUNDO DIGITAL

Por qué no temer a la inteligencia artificial

Aunque una IA nunca pueda ser tan inteligente como una persona, sí puede desplazarla de ciertos trabajos, pero esto a la vez abre oportunidades para buscar nuevas ocupaciones
C&T
jueves, 30 de agosto de 2018 · 00:00

Jessica Beltrán Márquez/COLABORACIÓN*
jessicabeltran@gmail.com | Ensenada, B. C.

Algunas personas se preocupan de que en un futuro las máquinas inteligentes se tornen en contra de la humanidad y la aniquilen o sean una amenaza para ella. Esta preocupación surge posiblemente de la forma en cómo se presentan los avances científicos y tecnológicos relacionados con la inteligencia artificial (IA) en las películas, e incluso en los medios de comunicación serios.

Por ejemplo, existen artículos en periódicos con titulares como: “La máquina vuelve a vencer al hombre” o “Es capaz de crear conocimiento por ella misma”. Sin embargo, al leer el contenido del artículo se explica que la IA no venció al hombre, sino a un solo jugador en un juego particular de estrategia llamado “Go”.

Go es un juego de tablero asiático en el cual un jugador coloca fichas negras y otro jugador coloca fichas blancas con el objetivo de llenar lo más posible un tablero con las fichas de su color. El juego requiere razonamiento complejo y el hecho de que una IA haya vencido a uno de los mejores jugadores de Go es un enorme avance científico y tecnológico. Sin embargo, la máquina aún no vence al hombre en infinidad de otras tareas, y para notarlo basta con intentar tener una verdadera conversación con un asistente de voz como Siri, y se notará que en ocasiones ésta no entiende lo que se le dice, y no es capaz de identificar el sarcasmo o las bromas.

Una inteligencia artificial pretende imitar al ser humano mediante el análisis de datos del entorno relacionados al problema que quiere resolver. Por ejemplo, para el juego de Go, la IA se basó en las reglas del juego y en millones de ejemplos de jugadas hechas por personas. De hecho, la creación de una inteligencia artificial requiere de enorme esfuerzo de personas que escriben algoritmos detallados y de muchos ¡muchos! datos que provengan del problema. Los datos usados en el desarrollo de inteligencia artificial son de suma importancia y dependiendo de la calidad de estos, los resultados serán buenos o malos.

Regresando al ejemplo del juego Go, imaginemos que la inteligencia artificial es incapaz de ver cómo están dispuestas las fichas en el tablero o que, aunque sí puede verlas, existe un error. Esto afectaría para decidir qué jugada realizar, ya que no tiene los datos completos del entorno. Así, por más sofisticado que sea la forma en cómo la IA analiza los datos para tomar decisiones, se estaría basando en información inútil.

Entonces, para construir una inteligencia artificial, se necesita inteligencia humana que detalle con algoritmos lo que hará la IA, y se necesita también enorme esfuerzo humano para proporcionar datos de calidad. Aun así, las máquinas solo han superado a las personas en tareas muy particulares, y si la ejecución de la tarea cambia en algún detalle, por ejemplo, si se cambia el tamaño del tablero, la IA ya no vencerá a las personas.

Una pregunta natural es ¿Y si le enseñamos todas las tareas y todas las posibilidades a la IA, entonces podría ser más inteligente que nosotros? Primero que nada, hay que notar que hay muchas variantes en el universo, simplemente las posibles posiciones en el tablero de Go son mayores que el número de átomos en el universo. Esto implicaría que una IA que domine muchas tareas necesitaría tener un poder de cómputo mucho mayor que el que existe actualmente. Si existiera ese poder de cómputo entonces la IA requeriría tiempo para observar y analizar los datos del entorno. Cabe mencionar que el entendimiento y razonamiento que tenemos los seres humanos es producto de millones de años de evolución.

Otra limitante de la inteligencia artificial es la de poder percibir el entorno. Actualmente, para lograr esto se utilizan sensores como cámaras, micrófonos, sensores que miden el movimiento, entre otros. Estos sensores buscan imitar los sentidos de las personas, como la vista y el oído. Sin embargo, los seres humanos estamos percibiendo continuamente información de muchos lados, con los sentidos típicos y con otros sentidos, y con sentidos que quizás no hemos descubierto. Nuestro cuerpo al mismo tiempo está manteniéndonos vivos regulando el sistema respiratorio, nos mantiene alerta ante un ataque, nos ayuda a analizar experiencias pasadas, a generar ideas nuevas, y mucho más. ¿Qué tal si hay alguna cosa que estamos percibiendo del entorno o incluso de nosotros mismos que nos hace mejor en alguna tarea y no tenemos idea de qué es y por lo tanto nunca se la podremos poner una IA?.

Nuevas oportunidades
Aunque una inteligencia artificial nunca pueda ser tan inteligente como las personas sí puede representar una amenaza. Y no porque vaya a rebelarse, sino porque puede desplazarnos de ciertos trabajos. Pero esto a la vez nos abre oportunidades para buscar nuevas ocupaciones.

Por ejemplo, en el siglo XIX existía una profesión de despertador humano cuya tarea era pasar con un palo tocando las puertas y ventanas de las personas para despertarlas. Con la llegada de los relojes alarmas seguramente muchas personas se quedaron sin trabajo, y aunque pudo haber sido una amenaza para ellos, salieron adelante.

Actualmente la inteligencia artificial está en pañales, de hecho, existen problemas que los niños pequeños en pañales resuelven mejor que una IA. Faltan muchas cosas por descubrir del cerebro humano y mucho más por saber como colocar esas cosas descubiertas en una IA.

Falta además infraestructura adecuada y falta tiempo. No nos asustemos cuando veamos una película que nos muestra que robots secuestraron o expulsaron a la gente del planeta. Por ahora sólo se me ocurre que para que una IA nos destruya tendría que tener en su poder un botón que dispare todas las armas nucleares en el mundo. Y si alguien le da ese poder a una IA, o a quién sea, entonces no somos tan inteligentes como pensamos.

*La autora es catedrática del Conacyt adscrita actualmente al Citedi-IPN.

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