INDICADOR POLÍTICO

lunes, 16 de enero de 2017 · 00:00
La era Trump

1.- La derrota de los liberales


A pesar de todo tipo de obstáculos antes del proceso electoral, durante las elecciones y después de la victoria, el empresario anti político Donald Trump jurará este viernes 20 como cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos y comenzará una nueva fase en la historia del poder imperial.
El rasgo más característico de Trump es su aparición como cisne negro en una comunidad acostumbrada a un liberalismo conservador y a un conservadurismo institucional. La ola de rechazo y hasta repudio del sector liberal activista sólo ha reforzado el posicionamiento de Trump como representante de la derecha tradicional -a la derecha del conservadurismo viejo y nuevo-, nacionalista y social, la derecha que fundó la nación.
Trump representa los valores -no ideas, ni intereses, ni responsabilidades, ni filosofías- de la derecha protestante del siglo XIX. El problema para los liberales es que Trump no es un ideólogo ni un político acomodaticio sino un empresario pragmático que fue -a su decir- víctima del Estado y que logró sobrevivir y construir un imperio inmobiliario combatiendo al Estado que ahora va a dirigir.
Si pudiera resumirse en una idea el perfil del Trump que llega a conducir el aparato de poder de la Casa Blanca -es decir: del imperio más poderoso del planeta-, sería la del resentimiento social interno de una sociedad que nació fuera del control del Estado, con valores morales conservadores y con el reconocimiento a la estructura del poder para defenderla del acoso internacional y que quedó atrapada al servicio de ese Estado como poder autónomo de la sociedad.
Pocos académicos lograron entender la lógica sociológica de los estadounidenses que Katherine J. Cramer: justo en el contexto de la elección de noviembre pasado circuló su investigación The Politics of Resentment, La política del resentimiento. Ella vivió años en una comunidad semirrural de Wisconsin y entrevistó a los pobladores en el contexto de la victoria del republicano Scott Walker. Sus conclusiones aportaron elementos para entender a Trump: el resentimiento social de la comunidad masiva de los E. U. contra la burocracia como poder autónomo.
Ciertamente que se trata de una derecha tradicional, pero más bien ha sido una sociedad mayoritaria, apática, ajena a las votaciones, que ha decidido salir a votar por una opción no política, fuera de los grupos de poder y facciones y ligada directamente con los votantes que ejercen su derecho para elegir gobernantes que sirvan a la sociedad.
Trump es ajeno al poder institucional, a los establishment liberal y conservador, el que luchó contra el Estado para vivir como empresario, el que desprecia a los políticos y los usa y usará, el que representa el repudio social contra la burocracia del poder. Ahí se localiza la irritación liberal y neoconservadora: los valores de la derecha fueron aplastados en los sesenta por liberales y los conservadores llegaron al poder se dedicaron a convivir con el sistema liberal; hoy llega la derecha pura.
Lo que falta por saber es si Trump podrá seguir reventando al establishment de los políticos liberales y conservadores o si la funcionalidad cotidiana del poder lo irá desactivando. Hasta ahora Trump ha impuesto su estilo atrabancado a través de decisiones sin negociar y vía su twitter saltándose cualquier negociación con los intereses de las estructuras dominantes.
La paradoja está en escena: un anti político llegará a conducir la política.

Política para dummies: La política es la frialdad de carácter para entender la realidad como es, no como la pasión la oculta.

Sólo para sus ojos:
Trump no engañó a nadie, ni fingió lo que no era. Se vio claramente en los dos debates con la candidata demócrata Hillary Clinton. Y a pesar de ello -o: por ello- ganó los votos electorales necesarios para llegar a la Casa Blanca.
Lo significativo de la victoria de Trump como mensaje político fue la derrota del liberalismo demócrata, una mezcla de alta burocracia de los intereses geopolíticos, de la representación no popular sino de los intereses del establishment corporativo de Wall Street, de los jóvenes entusiasmados con el socialismo democrático de Bernie Sanders y el feminismo de una Hillary que en el simbolismo mediático siempre vistió pantalones y quiso venderse como una mujer masculinizada por el poder.
Los que quieran entender a Trump fuera de los E. U. deben de contextualizarlo no en las responsabilidades mundiales del imperio sino en el reacomodo interno de las clases sociales afectadas por la crisis y dañadas por decisiones liberales en los valores conservadores.
 
Por:
Carlos Ramírez
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@carlosramirezh

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