BAÚL DE MANÍAS

Charlas de Tchaicoffee

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 14 de noviembre de 2017 · 00:00

Ya, en serio. Piotr Ilich Tchaikovsky, (1840- 1893) es el compositor ruso más popular de todos los tiempos. (Lo siento, Igor, Sergei, Dimitri, Mili, Nikolai, Aleksandr, Modest, Alfred, Sofía… etc...). Su música siempre ha tenido un gran atractivo para el público en general, gracias a sus pegadizas melodías, a sus soberbias armonías y a su orquestación colorida y pintoresca. Ahora que me acuerdo, el ballet ruso Voronezh va a presentar “El Cascanueces”, el jueves 23 de noviembre, en el Teatro de la Ciudad.

Tchaikovsky compuso sinfonías, óperas, ballets, suites, conciertos para piano, un concierto para violín, oberturas, obras orquestales programáticas de movimiento único, cuartetos de cuerdas, un sexteto de cuerdas, una serenata para cuerdas, cantatas, muchas obras corales y un titipuchal de canciones y piezas de piano.

A “ojo de buen cubero”, parece que lo único que Pedrito no compuso fue una misa, pero ni falta le hizo: en 1878 compuso una obra para coro a capella que se llama Liturgia de San Juan Crisóstomo (Óp. 41), que es una auténtica maravilla. Bueno, yo digo eso. Su colega César Cuí (miembro del grupo de “Los Cinco”) opinaba muy distinto. Y para qué le cuento lo que dijo el Vicario de la Iglesia Ortodoxa de Moscú.

Éso de “para qué le cuento” es un recurso literario. ¡Sí se lo cuento! Pero primero va un breviario cultural: “Los Cinco” le decían a un grupo de compositores que se reunieron en San Petersburgo (1856-1870) y que tenía el objetivo de producir un tipo de música específico de Rusia, en lugar de uno que imitara el estilo en el que se basó la música europea. Ellos eran Mili Balákirev, César Cuí, Modest Mussorgski, Nikoái Rimski-Kórsakov y Aleksandr Borodin.

En la reseña de la obra, aunque reconoció su importancia y su “significado casi político”, César Cuí fue poco o nada elogioso al referirse a la música. Dijo: “La sonoridad coral es explotada con destreza y efectividad. Desafortunadamente, el registro superior predomina. Esto da, al principio, una impresión de brillantez festiva y magnificencia, pero después, como resultado de la repetición, la fascinación se pierde. Tchaikovsky ha traído a su liturgia una mano experimentada y práctica y un sentido de decoro, más que una poderosa inspiración. A pesar de que es totalmente satisfactoria y estimable sí misma, sólo tiene un lugar secundario entre sus otras obras”.

El Vicario de Moscú de plano publicó una carta en la que afirmaba que la presentación de la obra era una profanación: “No puedo comenzar a decir de qué manera la combinación de las palabras “liturgia” y “Tchaikovsky” ofende al oído del cristiano ortodoxo”.

La primera presentación fue en la Universidad de Kiev, en 1879. La Sociedad Musical de Moscú dio un concierto privado en el Conservatorio de Moscú, en 1880. En una carta a su amiga y mecenas, Nadezhda von Meck, Tchaikovsky escribió que aquel fue “en conjunto, uno de los momentos más felices de mi carrera musical”. Ahí está: http://bit.ly/2zHm0qY.

Consta de 15 movimientos. En gran parte de la obra Tchaikovsky utiliza los cantos eslavos tradicionales, con arreglos sencillos. Compuso música nueva y arreglos libres para los movimientos 6, 8, 10, 11, 13 y 14. Los movimientos 10 y 11 tienen algo de polifonía e imitación y proporcionan contraste.

Yo la cambiaría por todo Tchaikovsky. Mh. Okey. Exageré. Me quedaría también con la Sexta sinfonía, la Serenata para cuerdas, Francesca da Rímini y las Nueve piezas sacras.

Abur. Voy por un Tchaiccoffe.

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