LA OTRA HISTORIA

El rey que unió a su pueblo

Por Lucía Garayzar*
miércoles, 15 de noviembre de 2017 · 00:00

“La educación es la base de la felicidad de las naciones, de las familias y de los individuos: La educación hace buenos padres, buenos hijos y buenos ciudadanos”. Carlomagno (742-814) rey de los francos.

Tras la caída del imperio Romano, después de vivir siglos en el caos total, Carlomagno es reconocido rey de los francos. A él se le atribuye la unificación, la estabilidad política y el renacimiento cultural e intelectual en occidente.

Al ser coronado emperador, para mejorar la administración de su imperio, aumentó el número de duques y condes, designándoles como superiores de los vicarios y los centenarios, cuya labor se integraba a la de otros funcionarios de confianza que recorrían el territorio a todo lo largo y ancho, con la intención de comprobar que el trabajo de sus súbditos fuera bueno.

Carlomagno prestó singular atención a la organización militar. El ejército estaba integrado por hombres libres, también tuvo especial preocupación por la organización eclesiástica, de la cual se sentía responsable.

Durante su reinado se realizaron grandes obras, entre las que destacan los puentes de madera levantados sobre el Rin y el Danubio; el comienzo de la construcción de un canal entre ambos ríos y la edificación de palacios.

En el plano cultural, promovió el desarrollo de las letras y de las ciencias sirviendo de ejemplo, aprendió latín y estudió la lengua germánica, fundó escuelas y una de sus mejores elecciones fue rodearse de sabios. Carlomagno asistió a la escuela que funcionaba en su palacio de Aquisgrán, donde se trataban y discutían temas de carácter científico y literario basados en el estudio de las denominadas artes liberales, que comprendían el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadriuium (geometría, aritmética, astrología y música), según el método de lectura y comentario de textos.

Por eso y mucho más, cada 28 de enero la ciudad alemana de Aquisgrán, última morada del emperador, conmemora su fallecimiento y es evocado para inspirar a las futuras generaciones de Europa.

Amable lector: la historia de este hombre a quien el pueblo bautizara con el nombre de Carlomagno, precisamente por su magnificencia es muy extensa, fueron tantos sus aciertos, que sería difícil encontrar a algún gobernante de por estos rumbos asemejársele un poco, bueno, ahora que recuerdo, Don Porfirio Díaz ha sido el único mandatario mexicano que realizó obra pública en serio y mantuvo por largos años la estabilidad en el país, hasta que, desafortunadamente, la ambición y la sed de poder lo sedujeron; lo que llegó después ya es historia.

Carlomagno independientemente de conseguir la seguridad de su reino, logró un progreso único en obra pública, en educación y en cultura, como no lograr tanto, si se ocupó de lo más importante: se rodeó de gente sabia, se cultivó intelectualmente y le dio alimento a su alma, y esto no quiere decir que no cometiera errores, también tuvo su lado oscuro, que será tema en otro momento.

¿Por qué si la historia está llena de sabiduría, de casos extraordinarios de éxito, de derrotas, de traiciones, de lealtades, plagada de estrategias, de recomendaciones, nuestros políticos no dejan de tomar malas decisiones y siguen equivocándose siempre en el mismo punto?, ¿ por qué si se preocupan tanto por el progreso no empiezan por ellos mismos?; estudien señores, aprendan, no lo saben todo y si no quieren hacerlo, cuando menos rodéense de gente inteligente y capaz, a la que sepan escuchar, de personas leales y decentes; y ¿por qué? nosotros los ciudadanos tampoco aprendemos y seguimos creyendo en frases como: “mirándote a los ojos te doy mi palabra”, “yo si te voy a cumplir”, “aquí la gente manda”, “ustedes son nuestros patrones”, convencidos de que el jamón que traerá la torta será de la mejor calidad.

Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que merece, entonces, mejor es no quejarnos, porque los responsables del mal gobierno somos nosotros; por favor, en la próxima elección, analicemos bien a quien entregamos nuestra confianza.

* La autora es profesora

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