DESDE HOLANDA

Usos y costumbres

Por Dianeth Pérez Arreola
miércoles, 15 de noviembre de 2017 · 00:00

“A donde fueres, haz lo que vieres”, dice el dicho. La exitosa adaptación a un nuevo país depende en gran medida de seguir el dicho al pie de la letra.

No hay manera de saberlo todo; los usos, costumbres, tradiciones, protocolos y manías de nuestro país de acogida. Después de 14 años aquí, yo me he ido enterando poco a poco, a veces por observación, a veces porque lo leo en algún lugar o alguien me lo explica, pero la mayoría de las veces porque meto la pata y/o alguien me lo recrimina.

Como la mirada de reproche de un cuñado por no decirle “felicidades” cuando lo saludé, en el cumpleaños de otro miembro de la familia. Aquí se felicita a todos los asistentes, y como es algo que no se usa en México, toma mucho tiempo acostumbrarse.

En primer par de años aquí fui vestida formal a las fiestas de mi familia política, y después comprendí que aquí la gente no va vestida formal a ninguna parte. A nuestra boda fue uno de mis sobrinos con shorts y huaraches, y un cuñado con pantalones de mezclilla y camiseta. En la primera comunión de uno de mis sobrinos políticos, me impactó ver que los niños iban con su ropa normal, la que se pondrían un fin de semana cualquiera para quedarse en casa.

Cuando falleció mi suegra, criticaron que hubiera vestido a mi hija mayor, que entonces era muy pequeña, con ropa oscura. Para mí defensa debo decir que la blusita negra tenía una gran estampa de Hello Kity. El caso es que entendí que aquí los niños son niños y no deben vestirse de luto.

El jueves pregunté que si iba a haber algo especial por parte de la escuela por el fallecimiento del compañerito de mi hija menor. Me dijeron que sí, que los padres de Thijs, quien murió de cáncer, querían invitar a los niños de su grupo a decorar el ataúd pintando las huellas de sus manos en él, y haciéndole dibujos que lo acompañen en su sueño eterno.

Le dije a la maestra que no había recibido la información sobre el domingo y me lo envió el mismo día, pero hubo otro mensaje sobre el mismo tema que nunca me llegó.

El domingo llegué al lugar acordado con mis dos hijas, nos bajamos del carro y había muchos padres que llegaron al mismo tiempo. Todos tenían flores en la mano. Todos menos yo. “Mamá, no tenemos flores”, me dijo mi hija mayor con cara de pánico, pero era muy tarde para ir a comprar algo en domingo, cuando todo está cerrado. Por si fuera poco la mayoría de los niños y los padres iban de negro. Debo aclarar que el lugar no era una funeraria, sino un salón de eventos. Mis hijas y yo íbamos de mezclilla.

Aunque el error fue de la escuela, y los padres del niño fallecido en lo último que se fijarían es en las flores o el color de la ropa, fue muy incómodo. Los otros padres no saben que no me llegó el mensaje con el protocolo a seguir, así que pueden asumir que no lo cumplí porque no quise o porque no soy holandesa y tengo otros usos y costumbres. Trágame tierra.
 

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