AD REM

Gritos homofóbicos y trifulcas legislativas

Por Rodolfo Moreno Cruz*
lunes, 20 de noviembre de 2017 · 00:00

Las cámaras de diputados (federal y estatales) han sido noticia por su forma peculiar de argumentar. En 2006, durante la toma de posesión de Felipe Calderón, la anarquía fue el escenario argumentativo; en ese suceso Víctor Varela, un diputado, ahora conocido como el “gato volador” destacó como un brioso actor de lucha libre. En Oaxaca, en julio del año 2015, la mesa directiva del Congreso local protagonizó una escena entre chusca, cómica y trágica: se jalaban los documentos del orden del día y de repente el jaloneo ya no fue sobre los documentos, sino incluso sobre la propia mesa del presídium. Alboroto que concluyó con gases lacrimógenos.

En días pasados volvieron a suceder escándalos legislativos. Por un lado, el 7 de noviembre en la asamblea legislativa de la Ciudad de México, diputados del PRD y diputados de Morena volvieron a activar la trifulca legislativa. Unos días más tarde, el 10 de noviembre en la cámara de diputados federal, el diputado Ariel Juárez fue objeto de gritos homofóbicos.

Hay que reconocer que todos estos sucesos se deben principalmente (aunque no exclusivamente) a una escasa reglamentación de la argumentación parlamentaria con enfoque plural.

Efectivamente, la diferencia ideológica dentro de los parlamentos exige fuertes candados para respetar precisamente las diferencia y poder tener discusiones lo más razonable posibles. A propósito de estas disputas, hace algunos años Katia D’Artigues indicó que un buen epitafio para nuestro país sería el siguiente: “Aquí yace la mitad de México, asesinada por la otra mitad”. Aunque nuestro país no sólo está dividido en dos: la sociedad mexicana es un abanico de colores y esto, en consecuencia, acarrea grandes dificultades al momento de hacer política.

Desde luego, bienvenida la heterogeneidad y la pluralidad. Es algo que se debe potencializar. Sin embargo, ni toda homogeneidad ni toda pluralidad puede dar origen a caminos violentos de resolver nuestras diferencias. Debe enfatizarse que el modelo de una sociedad homogénea, compacta y sometido a una sola expresión ha quedado eliminado.

Al declive de la homogeneidad, surge la necesidad de reconocer la heterogeneidad y ello ocasiona que la visión plural predomine en la formación de las instituciones políticas. En consecuencia, en una sociedad heterogénea y con diversa concepción del bien, el control depende por un lado del compromiso racional de los actores involucrados y por el otro lado de las reglas que guían las discusiones parlamentarias.

Por ello, es urgente que en la legislatura federal y estatales se empiecen a crear reglas de diálogo para una sociedad compleja y heterogénea. Estas reglas deben apuntar (y no a eliminar) las diferencias, bajo un cauce de dialogo y deliberación. Fortalecer esté enfoque obligará a nuestras y nuestros legisladores que eleven el nivel de sus discusiones parlamentarias. Esto es, que abandonen las vías de la trifulca y la sustituyan por discusiones deliberativas.

Desde luego, parece que en la política tradicional, reconocer la diferencia, significa un grado de derrota. Pero quizás, el ojo público puede volverse cada vez más exigente con los debates parlamentarios y reclamar se sustituya el discurso autoritario por el discurso deliberativo. Un discurso donde se refleje la posibilidad del disenso como un medio de crecimiento cultural y político. Y en donde el triunfo del mejor argumento sea la única baraja posible de legitimación.

*Licenciado en Derecho experto en temas de Derechos Humanos
 

...

Comentarios