PROYECTOVINO

Los vinos que saben a sueños

Por Araceli Velázquez Córdoba
jueves, 28 de diciembre de 2017 · 00:00

Esta vez conoceremos una de las historias más prósperas y encantadoras que tiene la industria vitivinícola mexicana, otro tesoro más dentro del Valle de Guadalupe en Ensenada, Baja California: Vinícola Norte 32.

Para el año de 2002, el capitán Óscar Obregón, piloto aviador y mejor conocido por sus amigos como “el Capi”, estaba buscando un lugar para su retiro, sin imaginar que el destino le tenía preparado un cambio de ruta hacia N32.

En 30 años como piloto, el capitán Obregón recorrió miles de kilómetros de cielo en todo el mundo, vio incontables atardeceres desde su cabina, viajó bajo el manto de millones de estrellas, y por ende recorrió innumerables tierras. Así, un fragmento de terruño que vio desde el aire se convirtió en su nuevo rumbo. Los pilotos identifican dentro del espacio aéreo entre Tijuana y la Ciudad de México un oasis, y justamente abajo, en tierra, encontró la latitud: Norte 32.

Por parte de su padre, el Capi heredó el amor al vino, el cual creció aún más, gracias a que pudo conocer las zonas vitivinícolas de diferentes países y regiones a lo largo de sus vuelos.

Ese mismo año adquirió una propiedad situada exactamente en este lugar, que se encuentra en pleno corazón del Valle de Guadalupe. Al año siguiente él y su esposa sembraron siete hectáreas (aproximadamente 20 mil vides de Merlot y Cabernet Sauvignon), y así se empezó a transformar su vida junto con la de sus hijos Alice, Oscar y Juan Pablo.

Uno de los mejores amigos de la familia Obregón es Jose Luis Durand, (JOse, como él mismo lo escribe) ingeniero agrónomo de origen chileno con especialidad en Fruticultura y Enología que llegó a tierras mexicanas contratado por Pedro Domecq.

En el año 2005, JOse se convirtió en el enólogo de la vinícola Norte 32, y de esta manera emprendió este maravilloso viaje junto al Capi y su familia. Su asesoría técnica está plasmada en todas las áreas de la producción de los vinos de esta vinícola, desde el concepto y las ideas previas, hasta los detalles arquitectónicos de la bodega y obviamente el producto terminado; también interviene en el diseño de las etiquetas, así como en el arte que engloba la propuesta completa.

Una vez que el Capi cerró su plan de vuelo, se mudó a Ensenada y se dedicó al 100 % a su vinícola. Para ese entonces Norte 32 contaba ya con su primera etiqueta conocida como “Etiqueta Blanca”, un ensamble o mezcla de uvas Cabernet Sauvignon, Nebbiolo y Grenache, vino que sorprendió a todos por su fuerza y calidad.

Hoy en día son 5 etiquetas las que forman la extraordinaria oferta de esta vinícola.

Un vino blanco llamado “Flor de Bruma”, un rosado “Norte Azul”, y 3 tintos: “Etiqueta Blanca”, “Etiqueta Negra” y su vino de alta gama “Teziano”.

Leí esto por ahí y vale la pena compartirlo: “Los vinos del capitán Obregón hablan de tiempo, de logros, de trabajo en equipo, de lazos, de familia, de unión, de entrega y sacrificios, y sobre todo, de un ejemplo de vida de años de trabajo y dedicación”.

Los vinos de Norte 32 saben a sueños realizados gracias a familia y amigos, un proyecto perfectamente aterrizado que hoy aporta importantes etiquetas a la industria del vino mexicano.

Las dos grandes pasiones del Capi tienen mucho que ver; el volar y el hacer vino tienen mucho en común: Requieren de técnicas a seguir, constancia, disciplina, dependencia del clima y sobre todo, la pasión infinita por lo que se hace.

Cada una de sus etiquetas atesora un avión en pleno vuelo, lo que parece decirnos que los vinos de Norte 32 no vuelan con motores, pero sí con amor, dedicación, conocimiento y libertad.

Si te es posible, visita esta vinícola, y con suerte, escucharás de viva voz del Capi cómo convirtió su sueño en realidad y que junto con su familia está haciendo volar muy alto el vino de México.

aracelivelazquez@proyectovino.com.mx
 

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