ANDANZAS ANTROPOLÓGICOS

La identidad como una construcción social

Por Enrique Soto Aguirre*
jueves, 7 de diciembre de 2017 · 00:00

Los tiempos globalizadores que nos remiten a la homogeneidad versus algunos afanes políticos y sociales que pugnan por la diferencia, me llevan a reflexionar sobre este concepto tan llevado y traído en nuestros días que es el de la identidad. En general el punto de partida para entender la identidad es asumir que ésta es un proceso de construcción histórico - social a partir del cual los individuos y los grupos desarrollan formas de presentación y representación. Esta identidad se manifiesta ante todo en la interacción cotidiana en que tienen lugar las interacciones sociales. En tanto construcciones socio-históricas, las identidades son cambiantes, se manifiestan de forma fragmentada y múltiple a la vez y por lo tanto en ninguna forma son estáticas sino que evidencian esa relación dialéctica constante entre el individuo y su entorno social.

La identidad no se entiende pues como un mero inventario de las especificidades que diferencian a los individuos y los grupos frente a otros individuos y grupos; para entender la identidad es necesario entender también el proceso mediante el cual esta es conformada. En la actualidad, el uso del concepto de identidad rebasa las fronteras académicas tomando vigencia tanto en lo político como en lo social e incluso en los espacios económicos. Esta sobrexposición del término se presenta como un resultado de un reflejo de defensa y de una especie de antídoto frente a los procesos de globalización y migración y con ello a todos los fenómenos relacionados con los procesos de aculturación y transculturación lo cual se considera como parte del retorno del individuo en el análisis social.

La discusión fundamental en torno a la conceptualización de la identidad, se encuentra entre los que la definen con una consistencia homogénea e inmutable y aquellos que definen la identidad como parte de los procesos contemporáneos de recomposición cultural, con características múltiples, difusas o líquidas. Existe también una tensión entre quienes consideran que el individuo construye su identidad a partir de conductas socialmente regularizadas, de hábitos institucionalizados y aquellos que consideran que en las sociedades posmodernas la identidad individual es construida no únicamente de manera vertical, sino de manera horizontal a partir de determinantes afectivos y emocionales, creando múltiples identidades no necesariamente a partir de conductas regularizadas institucionalmente, sino también aquellas creadas por las fantasías, la emoción y hasta los delirios colectivos.

En coincidencia, todas estas perspectivas asumen el hecho de que la identidad es una interiorización cultural, que se construye a través de un proceso social, es decir que es a partir de la cultura, entendida ésta como un conjunto de formas simbólicas (ideales, materiales e institucionales) a las cuales los individuos le atribuyen significados subjetivos, donde se construye y reproduce la identidad. Así pues, la identidad social, es una categoría que denota una correspondencia con respecto a una colectividad, como lo puede ser una afiliación política, étnica o religiosa. Es sólo a partir de la participación del individuo en una colectividad que éste puede construir su individualidad. Por su parte, la identidad individual se construye a partir de las primeras experiencias de socialización, en un proceso, que se construye en el escenario de la vida cotidiana, en una realidad tanto objetiva como subjetiva que comienza a ser aprehendida por los individuos en sus pensamientos. Esperando que este texto sirva en estos tiempos de fronteras difusas, economías abrumadoras, políticas confusas, políticos confundidos, posmodernas tribus emergentes y procesos globalizadores y homogenizantes.

* EAHNM/Cinah-BC.

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