Columnas

La carroca

Por Soraya Valencia Mayoral
domingo, 23 de julio de 2017 · 00:00
No me sorprende

Soraya Valencia Mayoral*
El escándalo de la semana es la nota sobre el supuesto abuso de menores en el emblemático coro Regensburger Domspatzen de la catedral de Ratisbona, Baviera, fundado en el siglo X (975, hace más de mil años) en el entonces Sacro Imperio Romano Germánico. En el 2010, bajo el pontificado de Benedicto XVI y su política de Tolerancia Cero, la Iglesia abrió una investigación a partir de las denuncias de las víctimas. En 2013 el anciano y cansado Papa presentó su renuncia. El juicio iniciado siguió su curso y ahora está en entredicho precisamente Georg Ratzinger, hermano mayor del Papa emérito, quien fuera director del coro de 1964 a 1994. Hay implicados 49 sacerdotes y profesores y se habla de 547 casos de abuso sexual y físico solamente de 1945 a los años 90’. El informe al que aluden los medios apunta la cultura del silencio de la Iglesia católica que ha permitido el encubrimiento de los abusadores, tema de una de las Carrocas titulada El Silencio ¿Dónde están los límites entre el silencio institucional y el encubrimiento? No me sorprende que estos crímenes salgan a la luz sino que no salgan más. Sorprende que, a estas alturas, año 2017, no se denuncien los abusos en todas aquellas instituciones a las que se ha confiado el cuidado y la educación de los niños y adolescentes, incluyendo las mismas familias. En muchísimos casos, me atrevo a decir, por cada criatura abusada y violentada hay alguno -por lo menos uno- que ha guardado silencio cómplice. Por lo que sea

Y continúa el juicio sobre desvío de recursos destinados al Hospital Bambino Gesu en el que están imputados el administrador Giuseppe Profiti y el tesorero. Se trata de más de 400 mil euros que fueron utilizados para remozar y acondicionar el ático del inmueble que ocuparía en su momento nada menos que el Cardenal Tarcisio Bertone, ex Secretario de Estado del Vaticano. En el supuesto uso ilícito de los fondos de la fundación se señala el pago de dos diferentes procedencias a dos diferentes empresas por el mismo concepto: resulta que un mismo empresario recibió dos veces el mismo pago, entre otras lindezas. Quien salió perdiendo en este juego fue la Fundación Bambino Gesu. Esto es parte de lo que resultó de la reforma que emprendió el Papa Francisco en el IOR, el banco del Vaticano. Vamos a esperar septiembre a que reanude el juicio para ver dónde quedó la bolita. Cosas de la Iglesia en la historia. Los mismos hilos, el mismo tejido social, histórico, cultural. No hay entidades puras, a menos que se trate de bichos, laboratorios y todo eso. Vale.

* La autora es mujer de letras sacras y profanas

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