Columnas

ALGO MÁS QUE PALABRAS

lunes, 24 de julio de 2017 · 00:00
Hay que aprender a amarse


Nuestro mundo anda crecido de desórdenes y fuerzas divisorias, pues la falta de respeto y la violación de los derechos humanos, lo han convertido en un diario de muerte contra todos los moradores.

Nadie está seguro en ningún sitio. Ante esta situación, pienso que es un deber de todos activar en la sociedad una conciencia de consideración hacia todos ser vivo y también hacia nuestro entorno, aparte de que cada cultura debería incentivar modos y modelos responsables de coexistencias.

Subsiguientemente, creo que es fundamental interactuar de otra forma, con un lenguaje más auténtico y cercano, ya que todo ser humano está llamado a entenderse y a ser comprendido por su análogo.

Por tanto, para abordar estos problemas, a mi manera de ver, se hace imprescindible atajar las causas que los provocan, fomentando y defendiendo la generosidad, junto a los lazos de amistad, siempre vinculantes a un ambiente más unido y hermanado. Se trata de tender puentes, o si quieren la mano, a tantos excluidos del sistema. Urge sacarlos de su tristeza, abrazarlos, y hacerles sentir que otro mundo más justo es posible, en la medida en que rompamos su círculo de soledades y bochornos.

Desde luego, lo prioritario es que la gente en lugar de ejercitarse en el odio, aprenda a amarse. Una especie que en verdad se estima, transforma el mundo y derriba todas las barreras que nos separan. Esta es la cuestión a considerar ante tantas tragedias y necesidades que golpean a nuestros semejantes.

El discurso de la venganza nos deja sin nervio y también sin verbo que nos aliente. A propósito, el Secretario General de la ONU, António Guterres, acaba de ser contundente: "La voz, la autoridad y el ejemplo de los líderes religiosos son vitales para prevenir la incitación a la violencia”.

Ciertamente, en un momento en el que las religiones se han tergiversado y manipulado para justificar la marea de hechos violentos, conviene reconsiderar que la mística auténtica es manantial armónico y no fuente de absurdas batallas. Por otra parte, el espíritu humano no puede perder de vista el sentido hondo de las experiencias de vida y, en este sentido, necesita recuperar la esperanza en el amor más efectivo.

Cada uno de nosotros tiene su propia identidad poética, a la que es fiel, y con la que debe avanzar autónomamente, experimentando con su personal actuación, la de ponerse al servicio de los demás para sentirse cuando menos más libre, algo tan sublime como la distintiva humanidad.

No podemos seguir con esta frialdad de relaciones humanas. A mi juicio, es primordial que la sociedad trabaje conjuntamente en todos los ámbitos para crear vínculos de unidad y unión, que rompan los muros que nos aíslan y marginan.

Estamos predestinados a dejarnos amar y a ser amados, por lógica conciencia humana, sabiendo que sólo así se puede favorecer una mejor convivencia y lograr, de esta manera, superar el aluvión de dificultades que soportamos a diario. Los pueblos alzados en contiendas jamás alcanzarán prosperidad alguna.

La gente tiene que cultivarse en el sosiego para poder orientar sus decisiones en favor de una actuación más colectiva, de protección de nuestro hábitat, para construir y reconstruir una civilización cada vez más solidaria y compasiva.

...

Comentarios