ALGO MÁS QUE PALABRAS

Por un estado de ánimo más armónico

Por Víctor Corcoba Herrero*
lunes, 21 de agosto de 2017 · 00:00
El ser humano tiene que despertar y hacer posible un mundo libre y responsable. No puede fermentar esa tensión de aborrecimiento y venganza por mucho tiempo. Lo prioritario, a mi juicio, radica en la entrega de armas y en volcarse hacia otros horizontes, con otros abecedarios más del corazón que del cuerpo.

Necesitamos oírnos todos, escucharnos más y sentir los efectos armónicos de la naturaleza. Precisamente, mi apuesta vertida en este artículo, pasa por el deseo de una sociedad hermanada, respetuosa consigo mismo y el entorno, para que todos podamos confraternizarnos amigablemente.

Por tanto, este diálogo, más de comunicación espiritual que mundano, supone en cada ser humano, un estado de ánimo más níveo que mercantil, puesto que en lugar de buscar el provecho de unos pocos, ansía disponer de una comunión de fuerzas, sentimientos y convicciones.

Despojémonos, entonces, de esa plática interesada, más política que poética, pues de lo contrario no sería hiriente ni ofensiva. Ahí está la falta de sinceridad y compromiso, de algunos moradores, muchos de ellos líderes de gobiernos, que sabiendo que las tragedias humanas y medioambientales resultantes de los ensayos nucleares justifican la necesidad de celebrar el Día Internacional contra los Ensayos Nucleares (29 de agosto), sin embargo, el instrumento internacional que las impediría, el Tratado de prohibición completa (de 1996), desafortunadamente, no ha entrado en vigor todavía.

Está visto que nos falta coraje para activar esa verídica concordia, que para nada necesita artefactos, sino abrazos de unos y de otros. Llevamos diecisiete años de conmemoraciones y aún no hemos sido capaces de alcanzar y mantener un mundo libre de armas. Repensemos la situación, hablemos claro y profundo, consensuemos posturas, al menos para no despilfarrar recursos.

Uno de los deseos más hondos del corazón humano es el sosiego, para conformar esa familia humana que todos requerimos, y que debe conquistarse, no por las finanzas, sino por el espíritu de transparencia y honradez.

Mientras las Naciones Unidas confían en que algún día desaparezcan de la faz de la Tierra todas las armas nucleares, yo tengo la sensación de que la supervivencia de la especie humana estriba en ir más allá de ese objetivo y en garantizar que nos cohabite un mundo más justo, menos alocado, con un impulso más interno y fraterno.

Es nuestra responsabilidad, en consecuencia, propiciar otros horizontes más verdaderos y menos excluyentes. Ya lo sintetizó en su tiempo, el Papa Pablo VI, en su encíclica Populorum progressio: "El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”.

Ojalá nos iluminemos y calentemos como lo hacíamos en casa de mis abuelos, a la luz de una vela, con el espíritu de la lectura y el talante del diálogo entre todos. Cómo echo de menos aquellas tertulias de familia, en las que yo era lector y oído preferente, en parte porque algunos no sabían ni leer, pero tenían la cátedra de la vida armonizada en sus habitaciones interiores.

*Escritor

corcoba@telefonica.net

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