BAÚL DE MANÍAS

El Vals del Tío

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 19 de septiembre de 2017 · 00:00

A Macedonio Alcalá Prieto (1831-1869) sus cuates le decían ¨Tío Macedas”. Se me figura que le decían así porque era a todo mecate. Ps, o sea. Como que decirle a alguien “Tío” muestra que uno le tiene confianza. Aunque a lo mejor afirmo esto nomás porque los tíos y los sobrinos son mis parientes favoritos. Bueno, el caso es que este tío en particular era hombre dotado de un temperamento nervioso y apasionado. Dicen que sabía el secreto de “imprimir en sus ejecuciones toda la grandeza y dulzura de su alma”.

Además del violín, tocaba el violonchelo, el piano y la flauta. Tanto instrumento tocaba, que no tiene nada de raro que también tocara el oficleido. Sí, leyó usted bien. El oficleido no es un huesecillo de la mano o el pie, ni un bicho, ni un padecimiento. Es una especie de tuba, un poco más esbelta, un poco más picuda y un poco más difícil (de cargar y de tocar, me imagino). También le dicen Figle. Se tienen noticias de que el figle u oficleido fue inventado en 1817 y patentado en 1821. También se tienen noticias de que era (por decirlo con caché) “la piedra angular estructural de la sección de metales en la orquesta romántica”. Sustituyó, en su tiempo, al serpentón renacentista. (Dicho sea de paso, el serpentón es un instrumento de viento metal, consistente en un tubo cónico alargado cuya forma recuerda (ándele) a una serpiente. Hence the name).

A su vez, el oficleido fue sustituido por la tuba, aunque siguió siendo popular en Italia hasta principios del siglo XX.

Pero el Tío Macedas no es famoso por haber sabido tocar el oficleido o figle, sino por ser el autor del vals más bonito del mundo, que se llama “Dios nunca muere”. Lo compuso en 1868 y poquito después se convirtió en el himno (no oficial) de Oaxaca.

El origen de esta pequeña obra maestra parece un milagro: aunque el “Tío Macedas” era un músico consumado y un compositor muy dotado, no era capaz de ganar lo suficiente para mantener a su familia. Total, terminó enfermándose. Los miembros de la Orquesta Filarmónica de Santa Cecilia (patrona de los músicos) le hicieron el paro con el médico y las medicinas. Mientras se recuperaba, un grupo de indígenas de Tlacolula le comisionó un vals en honor de la Virgen María. Así nació “Dios nunca muere”.

Se le han asignado varias letras, aunque la más conocida es la de Cipriano José Cruz. La versión de Javier Solís, intensa, clamorosa y suave, es fantabulética. http://bit.ly/2w4GYxc.

Lila Downs también tiene una versión muy recomendable (con una letra diferente que me gusta menos): http://bit.ly/2xcEjTz.

La versión orquestal es muy chida. Me gusta creer que así merito la dejó por escrito el “Tío Macedas”, con todo y marimba. Aquí está, con la Orquesta Sinfónica del IPN, bajo la dirección del maestro Enrique Arturo Diemecke: http://bit.ly/2xahWAI.

Postdata: En su edición XVI, Alcoholes Académicos presenta la plática “La otra cara de la ciencia: de fraudes, jetaturas, y otras cosas” por el Dr. Raúl Rangel Rojo, del Departamento de Óptica del CICESE)… La cita es en Colectivo 18 (Ryerson y Calle 2da) este jueves 21 de septiembre, a las siete pé eme.

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