LA COMEDIA POLÍTICA

Reír llorando

Por Dan T.
jueves, 21 de septiembre de 2017 · 00:00

¿Cómo diablos se escribe una columna de comedia en medio del drama que vive la Ciudad de México, mi ciudad, tras el terremoto? Si alguien sabe, le pido que venga a aporrear este teclado porque, sinceramente, yo no tengo idea de cómo hacerlo. Y es que llevo dos noches durmiendo como bebé: sí, me despierto cada dos horas llorando y cagado (de miedo, por supuesto). Creo que una de las mayores lecciones que nos dejó el sismo fue que no podemos seguir creyendo que a nosotros nunca nos va a tocar. El sacudidón del martes logró lo que no habían podido hacer años y años de campañas de protección civil: que la gente entienda que al escuchar la alerta sísmica, lo que debe hacer es salir y buscar un lugar seguro. Ah, porque nuestra especialidad como mexicanos es, o era, escuchar la alarma y quedarnos parados como tratando de medir al tanteo qué tan fuerte viene el sismo, para decidir si vale la pena ponerse a salvo o no. Eso que hacemos --sí, yo también lo hago-- es tan inteligente como escuchar la alarma contra incendios, ver el humo debajo de la puerta, escuchar el crepitar de las llamas y quedarse sentado esperando a ver si de verdad el fuego nos quema. Esa, sin duda, es la gran lección. Pero lo que más vamos a recordar de este 19 de septiembre es la manera en la que los mexicanos, ¡por fin!, actuamos como si fuéramos todos del mismo equipo: México. Tendrías que carecer de corazón --o ser el Tuca Ferreti-- para no emocionarte viendo que la palabra “solidaridad” tomaba cuerpo y forma con esa señora que salió a la calle, puso una mesa en la banqueta, sacó todas las jarras que tenía, las llenó de agua y regaló cientos de vasos a todos los que caminaban por Calzada de Tlalpan debido a la falta de Metro. Era lo único que podía hacer ¡y lo hizo! Y como ella, miles y miles de personas organizaron centros de acopio con sus vecinos y compañeros de trabajo; otras fueron directamente a los derrumbes a quitar piedras con las manos, a tratarle de arrancarle a las ruinas las vidas que se querían llevar. Igual de emocionante fue ver a toda esa gente que acudió a Ciudad Universitaria para apuntarse como brigadista y se puso a las órdenes de un desconocido, dispuesta siempre a hacer lo que le indicaran, a ayudar en donde se necesitara. ¿A ti qué milagro te tocó presenciar? Uno de los más fuertes que vi, fue el de la gente abriendo al resto de los mexicanos su mayor tesoro: su internet. Y, sin embargo, mucha gente se vio generosa y abrió sus redes para que la usara cualquiera que tuviera necesidad de hacerlo. Vaya, hasta Carlos Slim puso su granito de oro, que no de arena, haciendo lo que nadie nunca se imaginó que haría: ¡se puso espléndido con los mexicanos! Por unos días, el ingeniero que es dueño de casi todo México --sí, tú y yo somos de su propiedad-- se puso a regalar acceso a internet. Por primera vez en la historia, no tuvimos que pagarle algo, sino que fue él quien nos lo disparó. Ese es el verdadero signo de que estamos ante el fin del mundo, no los temblores, ni los huracanes, ni las canciones de Maluma. Dicen los sicólogos --no creas que me han llevado al loquero-- que cuando hay un dolor o una pérdida, debemos repetir: Esto también pasará, esto también pasará. Yo sólo espero que se nos pase el dolor y el susto, pero no las ganas de seguir siendo un país unido y solidario.

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