BAÚL DE MANÍAS

Gorriones en do mayor

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 13 de febrero de 2018 · 00:00

En tiempos de Mozart, a las celebraciones eucarísticas de los domingos del tiempo ordinario les correspondía una missa brevis (‘misa breve’). El término alude en primera instancia a la duración de la partitura. La ceremonia completa no duraba más de tres cuartos de hora. Lo que dura cada medio tiempo de un partido de fút.

La Missa Brevis no. 5 en Do Major, K. 220, fue compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart en Salzburgo, entre 1775 y 1776, es decir, cuando el chamaco tenía 19 (o 20) años. Es para solistas (cuatro: soprano, alto, tenor y bajo), coro a cuatro voces, 2 trompetas, 3 trombones, timbales, cuerdas y órgano. En alemán le llaman Spatzenmesse, cosa que en castellano se traduce como “misa de los gorriones”. Esto es a causa de los trazos de los violines que puntúan con sus trinos la alabanza del Sanctus y del Benedictus, o sea, porque esos trazos recuerdan el gorjeo de los gorriones.

Aunque es su quinta misa breve (y en este caso, sobra decir que “no hay quinto malo”), esta es la primera de cinco que Mozart escribió en do mayor. Ello hace sospechar que tomó la tarea como una especie de desafío compositivo, del tipo “¿cuántas misas en do mayor podré componer sin enfadarme?”… Aunque, dicen que igual y eligió esa tonalidad porque es la más fácil. La tonalidad de do mayor (DoM en notación latina y C en notación anglosajona) se basa en una escala mayor sobre la nota do, que consiste en las notas do, re, mi, fa, sol, la y si. El chiste es que su armadura no contiene bemoles ni sostenidos.

Algunos críticos (más mozartianos que Mozart) aseguran que la Spatzenmesse es “la más pobre de sus misas” (largas y-o cortas). Si hemos de creerles, la obra ha sido escrita con “visible” (¿audible?) apresuramiento.

Es más, hay quien asegura que su patrón (tome aire porque endosaré el nombrecito completo, más por divertirme que por otra cosa) Hieronymus Joseph Franz de Paula Graf Colloredo von Wallsee und Melz (a la sazón, príncipe arzobispo de Salzburgo) le encargó la composición poco después del exitoso estreno de una ópera bufa (“La finta giardinera”, o sea, “La falsa jardinera”, k. 196).

Se supone que Hiero…Mh… o sea, Don Colloredo hizo el encargo porque estimaba necesario (para el bienestar espiritual de su empleado) hacerle volver de nuevo a la obediencia… antes de que el chamaco pudiera volverse loquito con el fascinante brillo de la frivolidad.

La “oveja-negra-Mozart”, dicen, tomó venganza acentuando simbólicamente la palabra “descendit” (y de paso haciéndola dar un brinquito pá abajo y otro pá arriba) en el mismísimo Credo, para burlarse del patrón. ¿Será?... Oh, pues escúchela usted. Ahí está, con el Arnold Schoenberg Chor y el Concentus Musicus, bajo la dirección de Nikolaus Harnoncourt: http://bit.ly/2BW8WlF.

Aparte del detalle del “descendit” que desciende y luego se arrepiente y asciende antes de volver a descender (caer, bajar, deslizarse), hay otras cosillas que llaman la atención. Por ejemplo, se podía haber esperado que el Gloria y el Credo concluyeran con sendas fugas, pero Mozart pensó aquí que no le apetecían. Aquí reina el espíritu galante, sin contrapunto ni otras complicaciones. Además, el dona nobis pacem final termina sobre los dos temas iniciales del Kyrie. Y Sanseacabó.

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