BAÚL DE MANÍAS

De lengua, un taco

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 24 de abril de 2018 · 00:00

No se me espante, señor, señora, señorita, señorito: no sacaré a colación aquí el debate del domingo pasado. Vienen aquí a cuento la lengua y el taco nomás porque antier (22 de abril) se celebró el día mundial del taco. ¿Del taco, dije? No me extrañaría, pero no es cierto. En realidad, se celebró el “Día Mundial de la Lengua española”, instituido por la ONU. La fecha conmemora la muerte del gran genio de las letras españolas, Miguel de Cervantes Saavedra, acaecida en 1616.

El caso es que, vaya usted a saber por qué raras artes yo, cada vez que digo “lengua”, recuerdo el famoso refrán de la lengua y el taco, que hace referencia a personas fanfarronas (jactanciosas, fatuas, engreídas) que dicen haber hecho cosas increíbles (o, en este caso particular, que las harán, siempre y cuando el voto del pueblo las favorezca).

Hablando de fanfarronas, ahí estoy por ejemplo yo. Yo dije, hace ya cuatro largos años, que ese mismo año (2014) iba a terminar de leer el Quijote. Digo, reconozco que, franca y cínicamente…de lengua me comí un taco. Qué digo “me comí un taco”: ¡me tragué un plato! ¡Qué digo “me tragué un plato”!: ¡Arrasé con cuanta vianda atravesó por mi camino, vive dios!

Sin embargo, no todo está perdido. No he terminado de leer el Quijote (ni lo terminaré, diría en simpático Don Teofilito), pero a cambio ya escuché el poema sinfónico “Phantastische Variationen über ein Thema ritterlichen Charakters”, Op. 35, del fa-bu-lo-so Richard Strauss. Pá empezar, el título completo es un encanto. La obra se llama “Don Quijote: variaciones fantásticas sobre un tema de carácter caballeresco”.

Se trata de un poema sinfónico realmente peculiar, porque está escrito para violonchelo, viola y orquesta. Está compuesto siguiendo la forma musical de “tema con variaciones”. Pá decirlo rápido, está compuesto por una introducción, un final, un tema (o dos) y diez variaciones. Richard Strauss lo perpetró allá en Múnich, en 1897. Sobra decir que está basado (¡obvi, amiguis!) en el Quijote de Cervantes, que era una novela que Strauss admiraba profundamente, como se desprende del hecho de que hasta un poema le hizo, digo.

Es más fácil escuchar el Quijote de Strauss (dura 45 minutos increíblemente entretenidos) que fumarse el de Cervantes (voy en la página 460 y me falta casi la mitad). Sin embargo, si usted ya llegó a la página 460, podrá ver retratadas dos que tres anécdotas en la maravillosa música y en la fabulosa orquestación de Strauss. De hecho, de las diez variaciones cinco las disfruté doble, porque me sabía la historia.

El caballero de la triste y esbelta figura (o sea, Don Quijote) está representado por nada más y nada menos que el violonchelo solo. Por su parte, el rollizo y escudero es representado por el solo de viola, la tuba tenor y el clarinete bajo.

Para mi suerte, me encontré en el tubo un programa en el que Lenny Bernstein explica de pé a pá esta absoluta joya. Ahí está. No se lo dejo de tarea. Si no lo ve, usted se lo pierde. Jé. https://bit.ly/2HM6zEc.

Ahora que, si lo que usted quiere es ver la partitura orquestal, ahí está también. Interpreta la Orchestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia, bajo la dirección de G. Pehlivanian: https://bit.ly/2FaqPdA.

Buen provecho, buenos tacos, abur.

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