DE NIÑOS Y OTROS ENREDOS

Trastornos conductuales en los niños

Por Dr. Enrique Sicardi Aragón*
jueves, 14 de junio de 2018 · 00:00
Recientes publicaciones mencionan que actualmente uno de cada cinco niños, cursan con problemas conductuales con afección e implicación clínica. Cifra que pudiera parecer muy elevada para unos y para otros, minimizada, todo depende con el cristal con que se mire.

Es innegable que la consulta diaria es motivo, cada vez más frecuente, de casos “sospechosos” de Autismo, TDAH, Asperger u otros no bien definidos que obligan a padres o profesionales a darles una ubicación y suelen etiquetarlos tan solo como trastorno generalizado del desarrollo “no especificado”. Ahora, que si consultamos el DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), brincarán un sinnúmero de opciones para ubicar a nuestro supuesto “trastornado” y buscar una terapéutica que nos lo corrija a la brevedad y en la mayor totalidad posible.

Motivos muy frecuentes de consulta o queja por parte de los padres:

“Hace mucho ruido, todo lo avienta. No habla, grita. No quiere parar de jugar, llora si lo quito. No puede quedarse sentado. Es muy berrinchudo. Nada más quiere que nos estemos fijando en él. Pregunta solo por preguntar. En lugar de caminar prefiere correr y brincar. No quiere dormir solo”.

Amigos míos, estos pocos ejemplos, unos o todos, hablan de un niño sano, feliz, contento. El niño que se expresa, ríe, canta, baila, llora, cuestiona, refuta, rechaza, exige, ese, es un niño feliz. Este niño, está en grave peligro de perder esa naturalidad, iniciativa, oportunidad y tornarse en un sumiso, desconfiado, agresivo, grosero, petulante, en todo un verdadero dolor de cabeza familiar y muy probablemente, futuro sociópata.

Hace unos días una mamá con un niño de 18 meses, consultó porque el niño no habla, no obedece y ya varias personas le han dicho que puede ser Autista o cualesquiera otros de los muchos en donde quieran etiquetarlo. Efectivamente, el menor mostró inquietud, pobre respuesta a la voz, desatento y otros datos aparentemente anormales. Cuando hice acciones interesantes para el niño, mágicamente logré captar su atención, aunque con tendencia a perderla con facilidad. Logré hiciéramos contacto visual y al hablarle vi gesticulación de entendimiento. Este pequeño, comenté a la mamá, no habla porque que es un “jijo de la jijurria”; no habla porque no quiere, no atiende porque no le interesa, quiere hacer, solo lo que él quiere y se torna agresivo cuando lo obligan, manifestaciones muy propias de una personalidad más libre. Ese, y todos los niños, requieren que nos ganemos su atención, interés, que les demos nuestro tiempo, tranquilidad y lo mejor de nosotros.

Para hacer que el niño haga lo que nosotros queremos, debe ser en un entorno interesante y gratificante para él y nada mejor que con el juego. Con el juego podemos hacer que el niño coma, hable, aprenda a trabajar, obedezca y se integre en forma positiva a nuestros ritmos y necesidades. Al mostrarnos irritables, imponentes, agresivos, condicionará una respuesta en el menor, del mismo sentido en cómo lo estoy estimulando. Habrá niños más difíciles que otros, las empresas que requieren mayor esfuerzo, son gratificantes en relación directa al esfuerzo otorgado, ese es el verdadero arte y satisfacción de ser padres.

La educación se mama, lo que vayamos a ser en un futuro depende mucho, muchísimo, de lo que aprendimos en esos preciosos primeros años, los cuales muy comúnmente se ven truncados por exigencias e incomprensión de los padres. Ahora respondan ¿cada vez hay más niños con trastornos de conducta? o ¿cada vez hay más padres ausentes, intolerantes e incomprensibles?

No queramos que el niño comprenda nuestro estrés, apremio, cansancio, comprendamos mejor que el niño es, ¡sólo un niño!

* Médico Pediatra. Represente APROLAM en Baja California

sicardi53@gmail.com

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