LA POLÍTICA ALEGRE

Adiós Peña

Por Juan Carlos Domínguez*
martes, 19 de junio de 2018 · 00:00

Sí, posiblemente regrese a la entidad, a Ensenada no creo. La visita del presidente Enrique Peña el lunes 11 de junio fue una despedida.

Algunos por trabajo, otros por compromiso, y muchos por placer, como unos 200 recibimos a Peña en el puerto a propósito de la inauguración de la planta desaladora.

Reporteros, funcionarios del municipio y del estado, priistas y panistas, toda la nómina de Conagua, e invitados espaciales, lo primero que “amarraron” fue la selfie con Enrique.

Hasta los comerciantes y empresarios, personajes de la vida pública, que tanto reprocharon al gobierno federal el abandono y acciones castigadoras para esta región, lo atraían hacia sí, con sonrisota y greña suelta, y le daban ‘clip’ a la cámara del celular para capturar el instante de gloria.

Casi todo el gabinete del Ayuntamiento de Ensenada, en horas de oficina, tuvieron chamba de “campo”, ir a ovacionar al presidente. Claro, ‘selfie’ incluida.

Las notas musicales de “Nocturnal” sonaron sublimes para recibir a Peña que se deslizaba como en un vaivén de olas -”… en el mar tropical…”,- y con él todos los que se arrimaron. El mismo Peña tomó más de cuarenta ‘selfies’ que subió a sus redes.

Agradeció la calidez con la que lo recibieron, aunque un dirigente local de Morena diría que “ni con las muchas ‘selfies’ que se tomó subsana el abandono en que tuvo a Ensenada”.

Y sí, gran parte del discurso de Peña fue disculparse de la poca atención que le dio a esta zona. Salió con que no vino tanto a la región porque aquí no hay tantos problemas como los hay en el interior del país. Luego también puso de pretexto los sismos en la Ciudad de México. Pero eso sí, restregó que cumplió a cabalidad los ¡cinco! compromisos que hizo para Baja California -¡en seis años!-.

Muy comprensivo el señor, empezó prometiendo que daría un discurso breve “porque por la hora entiendo que muchos no han comido”. Así se hubiera preocupado por los 36 millones de mexicanos, esos sí, muriéndose de hambre, literal.

Al margen de la desaladora, con toda la polémica y triquiñuelas que encierra, lo relevante de la visita de Peña fue el epílogo que hizo de su gestión, y la advertencia que hizo sobre el actual proceso electoral. Las palabras del presidente sonaron a réquiem para los de su partido y la cúpula panista que aquí sentó sus fauces.

Dijo que la elección 2018 será la más grande en la historia de México, y que pese a los señalamientos y polémica, él –y la misma orden fue para sus funcionarios- se mantendrá respetuoso del proceso, de los candidatos, sus postulados y sus dichos.

“Porque al final de cuentas se trata que sea la sociedad la que defina a partir de lo que escuche y vea cuál es la preferencia electoral por la que habrá de votar, y al Gobierno de la República le compete en exclusiva ceñirse a lo que mandatan nuestras leyes”.

Más de uno en el estrado tragaba saliva. La fiesta se tornó en funeral. El gobernador Francisco Vega agitaba las piernas nervioso. El rostro caído, cansado, minutos antes habría dicho que con el arranque de la desaladora se había quitado un peso de encima, “vi la luz después de aquel túnel tan oscuro”. Pero su rostro delataba que se salió un túnel para meterse a otro, profundo y negro.

De presidente municipal Marco Novelo, ni qué decir. De por sí casi invisible en el evento, apocado, con los vaticinios de Peña acabó de desinflarse. Y con él su comitiva.

Pero si las palabras de Peña Nieto fueron una loza, más elocuentes resultó la semiótica que manejó. Para muchos podrá parecer ocioso o “ver moros con tranchete” el señalar que Peña venía vestido con camisa guinda como una alusión al color partidista del próximo jefe de la nación. Como en la política nada es casualidad, y a veces cuenta más lo que no se dice, pues se vale especular. Sobre todo cuando el resto de los funcionarios federales y locales –independientemente del partido, digamos la “casta política- vestía camisa blanca y el tradicional pantalón color caqui o gris.

Peña Nieto reconoció el acompañamiento y hospitalidad de la “pequeña pero representativa” recepción que le dieron los bajacalifornianos. “No con ésta me estoy despidiendo”, dijo. Pero no, sí fue una despedida.

* Comunicólogo, periodista cultural y sommelier

jcmedios@yahoo.com
 

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