DESDE HOLANDA

Las visitas

Por Dianeth Pérez Arreola
miércoles, 11 de julio de 2018 · 00:00

Este año he sido muy afortunada porque he tenido muchas visitas. Hay años que no viene nadie, pero éste ha sido fuera de serie.

En primavera vino mi amiga Christina, quien fuera mi vecina en México. Fuimos amigas y cómplices toda nuestra niñez. Estuvimos recordando cuando nos íbamos los domingos a misa mirando al suelo todo el camino, para encontrarnos una moneda de poco valor para darla de limosna y gastarnos el dinero que nos habían dado para ese propósito en la tienda de la esquina al salir de la iglesia.

Luego vino mi amiga Veraliah, que vive en Bélgica. La última vez que vino fue cuando se casó el príncipe William de Inglaterra, así que ahora que se casó el hermano menor, pues era tiempo de vernos de nuevo. Nos conocimos en la maestría en Madrid, pero curiosamente ser mexicanas viviendo tan lejos y residir en países vecinos nos ha acercado más que en nuestro tiempo de estudiantes.

Después fue el turno de mi maestro de Semántica y Semiótica de la universidad, Jesús Becerra, quien venía a un congreso en Praga y muy amablemente se ofreció a pasar por Holanda para echarme la mano con mi solicitud de beca para un doctorado. Teníamos contacto vía redes sociales, pero no nos habíamos visto desde literalmente el siglo pasado. Fueron un viaje a esa época nuestras pláticas sobre maestros, compañeros y amigos de ese entonces.

De repente, mi compañero columnista del Cetys Tijuana, Juan José Alonso, me dijo que venía a Holanda con tres alumnas. Vinieron a Leiden y pude enseñarles la ciudad y sus canales, el viejo fuerte, el interior de un molino de viento y los edificios más representativos. Agradezco que se haya puesto en contacto conmigo y darme así la oportunidad de conocerlo.

Es muy representativo de nosotros los mexicanos ese trato de confianza, esa plática sin pausas ni silencios, que podemos tener con personas que acabamos de conocer. Me pasó este año con Juan José aquí en Holanda y con Gloria, una mexicana residente en Berlín, quien me llevó a conocer sitios interesantes de la capital cuando nos conocimos, y a la siguiente visita nos deleitó con una cena típica alemana deliciosa, que cerramos con broche de oro con tequila y mezcal.

Mi visita más reciente es la de mi amigo César, compañero de la secundaria y la preparatoria, que vino a Holanda por cuestiones de trabajo y se dio tiempo para ponernos al día y conocer mi ciudad. Nos tocó un clima inmejorable, y ese fin de semana fue el festival “Woodstock en el agua” que consiste en que varios grupos musicales navegan por los canales de Leiden tocando música de los sesentas, haciendo pausas cerca de parques y plazas, para después moverse en su barquito a otra locación.

Ahora espero la visita más especial, la de mis padres. Faltan solo unos días y mis hijas no paran de hablar de todo lo que haremos juntos desde que vayamos por ellos al aeropuerto. Felicidad es ser testigo de tanto amor. Eso y ser anfitriona de personas especiales, nuevas o conocidas que construyen con su presencia y sus palabras, muy buenos momentos.

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