LA OTRA HISTORIA

Y todo por la falta de un clavo

Por Lucía Garayzar Rodríguez*
miércoles, 18 de julio de 2018 · 00:00

Cuenta una famosa leyenda basada en la muerte del rey inglés Ricardo III, que la derrota de la batalla de Bosworth en 1485, fue inmortalizada por el popular verso de Shakespeare, “¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”.

Cierto día el Rey Ricardo III se preparaba para el gran día. El ejército comandado por el conde de Richmond se encaminaba hacia él. Ese combate decidiría quién gobernaría Inglaterra.

La mañana de la batalla, Ricardo envió a uno de sus escuderos a comprobar si su caballo estaba listo. Ponle pronto las herraduras, le dijo el escudero al herrero; el rey desea cabalgar al frente de sus tropas. -Tendrás que esperar -respondió el herrero; en estos días he herrado a todo el ejército del rey y ahora debo conseguir más hierro. -No puedo esperar, gritó el escolta impaciente. -Los enemigos del rey avanzan y debemos enfrentarlos en el campo. Arréglalo de inmediato.

El herrero apurado hizo cuatro herraduras, las adaptó y clavó, pero de pronto descubrió que no tenía suficientes clavos para terminar el trabajo.- El rey no puede esperar -dijo ansioso el lacayo. -El herrero podía poner la última herradura pero sabía que no quedaría tan firme como las otras.- ¿Aguantará? -Preguntó el escudero- Tal vez, pero no puedo asegurártelo. -Pues clávala exclamó- y rápido, o el rey se enfadará con los dos.

Los ejércitos chocaron, Ricardo estaba en lo más álgido del combate, cabalgaba de aquí para allá, alentando a sus hombres y luchando contra sus enemigos.- ¡Adelante, adelante! -gritaba, lanzando sus tropas contra las líneas de Enrique. A lo lejos, vio que algunos de sus hombres retrocedían. Sabía que si otros los veían, también se retirarían. Ricardo galopó veloz hacia la línea rota, ordenando a sus soldados que regresaran a la batalla. Estaba en medio del campo cuando el caballo perdió una herradura. El caballo tropezó, rodó y Ricardo cayó al suelo. Antes que el rey pudiera tomar las riendas, el asustado animal se levantó y echó a correr. Ricardo miró alrededor, se dio cuenta que sus soldados le habían abandonado y que las tropas de Enrique lo rodeaban. Agitó la espada en el aire -¡Un caballo! -gritó-. ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!- Pero no había ningún caballo para él, su ejército lo había abandonado, minutos después los soldados de Enrique se lanzaron sobre él; la batalla había terminado.

Amable lector: el gran perdedor de la pasada elección ha sido el PRI, sus lacayos no tuvieron el cuidado de supervisar la instalación de la cuarta herradura que facilitaría el trote del caballo del presidente. Y qué decir del PAN, ahí va, paso a pasito, cada día acercándose más a la derrota.

Ambos partidos han tenido la gran oportunidad de gobernar, dentro de sus filas desfilan hombres y mujeres brillantes que han sido precavidamente inteligentes a la hora de montar sus caballos. Sin embargo, no podemos olvidarnos del montón de escuderos traidores, que lo han hecho todo al ahí se va, permitiendo que por falta de un clavo se pierda una herradura; que por falta de una herradura, se pierda un caballo; que por falta de un caballo, se pierda una batalla, y que por falta de una batalla, se pierda un reino y todo, por falta de un clavo de herradura.

* La autora es profesora

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