OPCIONES

¿Duermen los héroes?

Por Blanca Esthela Treviño de Jáuregui
sábado, 18 de agosto de 2018 · 00:00

¿Recuerdas la Pantera Rosa, Tom y Jerry y Los Picapiedra? Jim Ryan, creador de las famosas series animadas, cambió completamente de canal. El tema central de su línea de caricaturas es el terrorismo.

Asediado por los reporteros, confesó: “Tuve que hacerlo; necesitaba el dinero”. Después de 30 años de escribir historias y guiones de color de rosa para niños, hoy, el villano de su serie es un superterrorista, superloco, supermaniático que desde un platillo volador que él mismo construye hace explotar ciudades enteras en todo el mundo. Secuestra al presidente y a los líderes mundiales, quirúrgicamente implanta en sus cerebros chips de computadora para controlar su mente, les ordena que se declaren la guerra nuclear.

El ‘bueno’ es un científico trastornado. En su laboratorio, a través de una alteración genética convierte a los perros en semihumanos: mitad perro, mitad hombre. Estos seres son entrenados para manejar vehículos espaciales que atacarán con rayos láser y desintegrarán la gigantesca plataforma en una tormenta de partículas radiactivas ocasionando daños irreversibles a personas inocentes.

Jim Ryan confesó que desde que escribió esa historia se sintió cada día más culpable. Traicionó a los niños. Siempre había escrito para ellos historias que les enseñaran algo, personajes cuyas extraordinarias proezas fueran fuente de inspiración para que las nuevas generaciones desarrollaran un gusto por el bien.

Los héroes cumplen una función importante: al identificarse con ellos, el deseo de imitarlos les permite descubrir en sí mismos el potencial para realizar grandes faenas como el de ser capaz de mover montañas. De los héroes el niño adquiere algo vital. En la jerarquía de sus necesidades, el sentido de identidad y de pertenencia es más valioso que el dinero. El identificarse con el bien lo acompañará toda la vida.

Los niños tienen acceso a todos los rincones del mundo con sólo oprimir el botón del televisor. Sus frágiles identidades se oscurecen ante la enormidad de la problemática mundial. La humanidad nunca había experimentado la ausencia de héroes que se da en nuestros días.

¿Qué ha pasado con los héroes? ¿Han muerto o se encuentran dormidos? Todo parece indicar que se han perdido en las páginas de la historia y, aunque es imperiosa la necesidad de encontrar un líder en quién creer, en quien confiar, los niños no acostumbran buscar respuestas en los libros. Los buscan infructuosamente en los estímulos fuertes, electrizantes y en tecnicolor en los aparatos de nuestra era tecnológica.

Los héroes modernos han cambiado su radio de acción: del campo moral y espiritual pasaron al campo de la mercadotecnia. ¿Qué puede vender un héroe que logre despertar la compasión en el niño? ¿Cómo inspirar amor y respeto a los semejantes? ¿Cómo provocar el deseo de cuidar el medio ambiente?

Los valores morales no pueden ser comercializados, en cambio, el nuevo antihéroe de Jim Ryan ha vendido una línea de platillos voladores, equipo bélico nuclear, naves espaciales guiadas por perros ‘humanizados’, y laboratorios de mutaciones genéticas. Los niños llevarán junto a su pecho camisetas con la imagen del diabólico secuestrador y terrorista.

La idea de las nuevas series animadas para niños no es divertirlos, ilustrarlos o inspirarlos, sino explotar a los padres de los niños creando una demanda en el mercado de estos nuevos ‘juguetes’ que se encuentran en todas las principales jugueterías del mundo.

¿Quién se beneficia de estas caricaturas y de sus subproductos? El escritor, el productor, los canales televisivos, los fabricantes de juguetes, distribuidores, revendedores, recaudadores de impuestos. ¿Quién se perjudica? Los niños y las sociedades del mundo. En las nuevas caricaturas aún ‘el bueno’ confunde a los niños porque actúa como supersociópata: es el superhéroe de la serie y, sin embargo, al hacerse ‘justicia’ por su propia mano incurre en crímenes aún más espeluznantes que el villano.

Nadie sabe exactamente cómo afectará la mente de los niños esta confusa línea entre héroes y villanos. Se ignora el daño que producirá en su comportamiento a corto y a largo plazo. Los sociólogos aseguran que existe una relación entre la violencia en la TV, los videojuegos, y los crímenes cometidos por psicópatas adolescentes.

Jim Ryan dice tener una excusa para haber escrito esa historia horripilante: “Mucha gente se beneficiará de ella”, económicamente hablando. Los temas de violencia y horror son taquilleros. La violencia vende juegos, armas, y guerras.

¿Será posible crear nuevos héroes en pleno Siglo XXI? ¿Héroes que inspiren a las nuevas generaciones a un comportamiento que corresponda a la verdadera naturaleza del ser humano? Los padres de familia no tenemos excusa para aceptar los héroes que nos son impuestos por la mercadotecnia, y estamos obligados a buscar una mejor fuente de inspiración para las nuevas generaciones.

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