DESDE LA BANQUETA

México al Diván del Psiquiatra

Por Sergio Garin Olache
jueves, 23 de agosto de 2018 · 00:00

La historia que te cuenta el peje con su cuarta transformación no sirve para nada, es un mito como los otros tres grandes momentos históricos de México. Todos en algún momento nos hemos preguntado la utilidad de estudiar Historia. Desde la primaria nos dijeron que se debe estudiar historia para conocer el pasado, pero ésa es una respuesta demasiado simplista que sólo nos lleva a otra pregunta: ¿para qué sirve conocer el pasado?…, finalmente ya pasó.

Entonces de manera más profunda se argumenta: al estudiar historia conocemos el pasado, sólo así podemos comprender el presente… y quizás hasta conocer, prevenir, corregir o asegurar el futuro. A los muy preguntones estas respuestas no les satisfacen, así es que siguen (seguimos) preguntando: ¿cómo?, es decir, qué relación hay entre saber fechas, nombres y datos del pasado, y comprender lo que hoy sucede…, más aún, cómo es posible que eso nos haga adelantarnos al futuro y tomar las medidas adecuadas para corregirlo.

Para muchos al final no hay respuesta satisfactoria y entonces la respuesta es más simple aún: pues por cultura. Digamos una cosa claramente: no tiene caso estudiar historia por cultura general, para ser una enciclopedia ambulante retacada de datos del ayer… eso es inútil, los datos están en los libros, y ahora en internet.

La historia sólo debe estudiarse si es útil, y es particularmente el historiador el que debe ocuparse en que lo sea… útil para la vida diaria, para solucionar problemas, para, efectivamente, corregir el rumbo. Gran parte de la historia es inútil en México, y a eso se han dedicado los sacros guardianes de la historia oficial, a hacerla del todo obsoleta. Por un lado se enseña de forma dogmática y en un estilo más ortodoxo y hasta inquisitorial que la religión, y lo que es peor, se enseña con base en mentiras… y cuando la historia no sirve para generar pensamiento crítico, es del todo inútil.

Durante el siglo XX el régimen estableció quién era el bueno, quién era el malo y quién era el feo, el héroe y el villano, el abnegado prócer y el vendepatrias, nos inventaron glorias inexistentes y triunfos que nunca se convirtieron en victorias. Pero de pronto hay epidemia de desmitificadores estériles de la historia, de esos que simplemente rechazan de tajo TODO lo que nos han dicho hasta ahora, hacen buenos a todos los malos y viceversa. Están los que piensan que para desmitificar hay que ser contestatario, y simplemente van en contra por principio, y están los peores de todos, los que pretenden interpretar más de dos siglos de historia desde la óptica de su ideología de hoy, sea de izquierda o de derecha. Como quién, como quién. Pues claro, como el peje.

La historia es a un pueblo como su propio pasado a un individuo; hurgar en el pasado sirve para comprendernos, pero luego sólo es útil si lo soltamos y volteamos al futuro. El análisis histórico sirve para psicoanalizar a un país. México que tiene muchos traumas que le evitan progresar, que lo hacen enemigo de sí mismo… desmitificar debe hacerse para superar el pasado y soltarlo para siempre, para superar traumas, para poder llegar a un futuro que hoy nos está negado. La historia dogmática y sus sacros guardianes no sirven para nada, el desmitificador estéril tampoco. Hay que desconfiar de todo aquel que, en historia o en lo que sea, pretenda tener la verdad absoluta y la única versión posible. La historia debe servir para generar pensamiento crítico, para hacer análisis, para comprender a profundidad el origen de nuestros traumas, para unirnos como pueblo y no para separarnos más.

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