POR SI LAS MOSCAS

De vuelta al presidencialismo

Por Laura Monzón
viernes, 24 de agosto de 2018 · 00:00

Dice el dicho que aquel que no conoce la historia está condenado a repetirla, y parece que a los mexicanos nos encanta la idea de tropezar con la misma piedra, una y otra vez, hasta sacarnos sangre.

A pesar de las malas experiencias vividas, generación tras generación, seguimos añorando que el “presidente inmaculado” llegue a solucionarnos en un sexenio todos los problemas que no se resolvieron con la Revolución; peor aún, desde que el ejército Trigarante tomó la Ciudad de México para declarar nuestra Independencia de la Corona española.

Con el paso del tiempo, la figura del presidente se convirtió en un ente de poder superior, omnipotente, omnipresente y omnisciente, que provocó crisis económicas y sociales bastante delicadas.

¿Cómo olvidar la matanza del 68, El Halconazo en el 71, la devaluación del peso en los setenta, la defensa del peso como un perro en los ochenta y demás historias dignas de Kafka, que desmoronaron en un dos por tres el Milagro Mexicano?

Sin embargo, algo interesante sucedió con la llegada del milenio, porque aquella imagen del mandatario intocable y dominante por encima del resto los Poderes de la Unión comenzó a desvanecerse, hasta llegar a tener sus contrapesos, cosa que antes parecía imposible. Mucho tuvo que ver el cambio de partido en el poder, aunado a la popularización del Internet, las redes sociales y los benditos memes.

Después de 71 años, el presidencialismo en México por fin estaba empezando a desaparecer. Varios tenemos la ilusión de que seguirá difuminándose en los próximos años, hasta que, un día, México se convierta en un país donde impere la ley y no la voluntad presidencial. Aunque parece que la idea seguirá siendo una hermosa y lejana utopía.

El panorama se complica, por un lado, porque el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, contará con mayoría en el Congreso de la Unión, cosa que no veíamos desde hace unos 20 años, cuando el PRI aún dominaba el país casi en su totalidad.

Por el otro, el gabinete apostólico se está llenando de priistas, panistas y perredistas que en otros tiempos pertenecían a la denostada “mafia del poder”; muchos de ellos verdaderos dinosaurios de la política, y algunos “brothers” del aludido en sus tiempos de efebo priista, época obviada y tal vez desconocida por la mayoría de sus fieles admiradores.

Excepto por los dos millennials que se colaron entre las filas del mesías, que andan en sus treinta y tantas primaveras, la mayoría de los futuros funcionarios de gobierno tienen edades que superan los sesenta años. Según los cálculos, la edad promedio del gabinete lopezobradorista está en los 57.9 años.

No es que sea mala la idea de tener una especie de Consejo de Ancianos Sabios, por la experiencia y conocimiento en las diferentes materias que pueden tener sus integrantes; al contrario. ¿Pero no había otros menos resabiados y zorreros?

Vamos, en un país que tiene tanta fuga de cerebros y gente muy capacitada, López Obrador tenía que elegir a los mismos de siempre, cegado por la idea de que, al desear pasar a la historia como el mejor presidente de México, todos emularán su inmaculada moral impoluta y blanca como el coco por dentro, sólo porque él dice.

Moverá montañas, dispondrá de reformas, cancelará proyectos, aprovechará sindicatos, resucitará a los muertos… todo bajo la falacia de “atender la voluntad nacional”. Y sus partidarios lo seguirán con fe ciega…

Sólo esperemos que logre dominar a las fieras de las que se está rodeando y al resto no nos salga el tiro por la culata por haberlo elegido como mandatario, porque de presidencialista y amante del culto a la personalidad el señor tiene bastante.

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