DÍA DEL SEÑOR

XXI Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B

Por Padre Carlos Poma
sábado, 25 de agosto de 2018 · 00:00

Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen” (Jn 6, 55. 60-69)

El Evangelio de hoy nos muestra cómo el “pan” del escándalo terminó en abandono de muchos: algunos seguidores y también muchos discípulos de Jesús lo dejaron al escandalizarse porque les daría a comer el “pan” que es su propio cuerpo.

Los discípulos de Jesús no fueron diferentes a los israelitas que cruzaron el desierto. Cuando los tiempos eran difíciles, también murmuraban contra Dios. Los israelitas se quejaron del estrés de su largo viaje por el desierto. Los discípulos de Jesús murmuraron acerca de lo que les acababa de decir, después de haber multiplicado el pan para la multitud.

Los presentes no lograban entender, mucho menos aceptar, cómo los alimentaría con su propia carne. Y Jesús da una explicación un tanto difícil de captar: “¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha”.

Jesús es sincero con sus discípulos. Está invitando a una fe que los alentará a acercarse a él, la fe no en las maravillas que realiza, sino en sí mismo, la vida que ha demostrado en los signos que ha realizado. ¿Qué fue lo que alejó a muchos de sus seguidores? ¿Fue el duro decir que deben comer su carne y beber su sangre

Jesús les recordó a ellos y a nosotros qué es lo que hace posible nuestra fe, quién es la Fuente que nos permite seguirlo. “Nadie puede venir a mí a menos que sea otorgado por mi Padre”. La fe de Pedro flaqueará; como el nuestro en momentos de crisis. Pero después de escuchar las desafiantes palabras de Jesús, Pedro no se aleja. Es posible que no entienda las consecuencias de decir “Sí” a Jesús, pero él cree en el que ha llegado a amar y continuará siguiéndolo.

Hoy, en nuestra celebración eucarística, Jesús nuevamente está enseñando y animándonos a aceptarlo y seguirlo. Entonces, él nos da el regalo de comida y bebida real: su ser. Cuando comemos y bebemos la comida que se nos ofrece en esta Eucaristía, ¿nos damos cuenta de que la elección que Jesús dio a sus discípulos también se pone delante de nosotros? Pero el hecho de que nos ofrezcamos a comer y beber es un signo de la vida del Espíritu en nosotros y ese Espíritu nos capacitará para profesar lo que Pedro dijo: “¿A quién iremos? Tú tienes las palabras de la vida eterna”.

Cristo actúa en la Eucaristía asimilándonos a Él. Al recibirlo es El quien nos transforma y nos une a Él. Nos unimos a Él y nos hacemos con El un solo cuerpo y una sola carne.

La fe es una decisión personal que incluye la aceptación de Jesús por parte del hombre. Jesús no priva a los oyentes de su decisión personal. El seguimiento de Jesús supone un acto de sincero desprendimiento y de valiente decisión. Jesús quiere discípulos que lo acepten libremente, pero también Él quiere permanecer libre ante las actitudes de los demás frente a Él. En este momento es de especial y singular importancia. Es el momento de la confesión y de la decisión.

¿Nos alimentamos frecuentemente con el Pan de Vida para fortalecer nuestra vida de hijos de Dios?, ¿nos sentimos comprometidos a vivir en el amor por poseer el Espíritu de un Dios que es Amor?, ¿vivimos con la esperanza de que toda nuestra existencia, hasta en los detalles cotidianos, tiene sentido?

Que permanencia en Cristo Eucaristía, los bendiga hoy, proteja y acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

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