BAJO PALABRA

Hay golpes en la vida tan fuertes…

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 31 de agosto de 2018 · 00:00
Corre el tiempo y la vida, buena hasta ahora, te guarda sorpresas cargadas de incertidumbre y dolor.

La enfermedad acecha a cualquier edad, cualquier condición social, hombre o mujer.

Ante el diagnóstico de un mal de salud perdemos imperceptiblemente en algunos casos, en otros de un solo golpe, el sentido de intimidad, de privacidad, de mundo interno. Cae uno desde la primera confesión a la recepcionista del consultorio, quien pregunta como cosa de nada: nombre completo, domicilio, EDAD, y el nombre de un familiar cercano, en una espiral profunda. Primero recuerda que tiene un segundo nombre que considera uno parte de los secretos íntimos, declara la paciente que se llama Irene Basilia, y que la edad pasa ya de la séptima década. El nombre de un familiar cercano viene a ser una aceptación de su preferencia afectiva o de su estado de soledad. Una amiga, siempre presente, Eva, acompaña en tiempos de necesidad.

Desnudarse en el vestidor de una oficina médica requiere de un acto de evasión mental para no sufrir bochornos. Envuelta en una bata siempre insuficiente -poco larga o poco ancha- llega la paciente a una mesa-cama y comienza a seguir instrucciones: “respire, adentro-afuera”, el abdomen queda bajo los dedos expertos del médico que oprime aquí y allá.

Visitas al médico de rutina de donde sale uno más o menos satisfecho, hasta que un día, el médico casi amigo, cambia el rostro y da una noticia diferente, se deben hacer más estudios para verse en tiempo breve. De ese día al siguiente momento de la cita médica se reviven todos los tiempos en donde la pequeña “molestia” ha estado presente. La memoria hace un esfuerzo deseando ser precisa y aportar datos útiles para el diagnóstico.

Y así, de un día a otro una palabra en una hoja de papel dirigida al médico pero que el paciente desesperado lee, cambia el rumbo al que se dirigía cada día. La vida toma otro ritmo, lo inmediato es una declaración médica, el futuro va del diagnóstico al tratamiento y después, volver a empezar. En medio, paciencia y espera.

El tiempo en soledad es primero tiempo de recuerdos, de pase de lista a personas queridas, de eventos y celebraciones. También es de tristezas, sinsabores, despedidas. Después llegan ratos de reflexión sobre cuidados de salud, atención a la familia, las amistades. Por rendijas apretadas por donde se filtra un rayo aparecen memorias de tiempos muy lejanos, de personajes olvidados.

Otro papel, nos regresa la esperanza, ilumina el día y regala futuro.

Decía una vecina, la vida es un sube y baja, a veces arriba, a veces abajo.

hada5.ceniceros@gmail.com

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