CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

La escuela humaniza todo lo que destroza

Por Rael Salvador
viernes, 31 de agosto de 2018 · 00:00
Ensenada, B. C.

Mi delectación por la literatura y el periodismo pudo haber constituido, a decir otros, una situación desafortunada en relación con la docencia y sus artífices, pero a decir verdad no necesariamente deshonrosa, ya que a partir de las críticas que aparece en mis libros y puntualmente en los diarios, muestro la negligencia de quienes fueron irresponsables en sus obligaciones en los periodos escolares anteriores, obsequiándonos este presente.

Si la escuela humaniza todo lo que destroza -parafraseando a Lorenzo Oliván-, me corresponde agregar que la defensa administrativa de las supersticiones morales ha generado más ruinas en el sector educativo que la ausencia de presupuesto.

Mi labor está en el Sur de la ciudad (Maneadero), en una pequeña escuela de plataforma rural, que ha perdido su milpa. En este paisaje de ocaso, me remonto al alba de las culturas primigenias y observo que son innumerables los cuentos que nos relatan la superioridad moral de los animales sobre los hombres, y entonces pienso en Aristóteles.

«Ante sus congéneres y con regular frecuencia, Aristóteles gustaba comentar: “El hombre es un animal político”». Lo que no quiere decir, como pensamos muchos, que los políticos sean unos animales.

La Educación, como asunto moral, al estar a favor del bien y a entera disposición del mal, se convierte en un instrumento de doble filo, en un arma a la mano del peor pastor o del mejor postor.

En el más optimista de los casos, como desnuda víctima de la enseñanza, al niño se le encamina por los pasillos de la civilidad, intentando su humanización.

Se le vierten los saberes y se le habilitan los oficios, se le determinan las reglas y se le incrustan los valores, se le insuflan los ideales y se le anima de mil formas para hacer “algo” con ellos –quizá el bien, quizá el mal– y, de ser posible, disfrutarlo.

Como el verdugo o el esteta.
¿Qué diablos es un adulto? ¿En qué demonios de convierten nuestros educandos cuando crecen? ¿Qué veneno les inoculan los “formadores” y “transformadores” y “reformadores” para hacer de ellos esas bestias políticas orgullosamente insatisfechas?

La educación Nazi no sólo era excelente para la élite política del Tercer Reich.

Veamos este retazo que sustraigo, no sin cierto asco, de la demarcación de “Mi lucha”, libro que justificara la encomienda aria del Führer y que no es ajeno a nuestro proyecto de nación: “Fundándose en esta convicción, el Estado racista no particulariza su misión educadora a la mera tarea de insuflar conocimientos del saber humano, no; su objetivo consiste, en primer término, en formar hombres físicamente sanos, en segundo plano está el desarrollo de las facultades mentales y aquí, a su vez en lugar preferente, la educación del carácter y sobre todo el fomento de la fuerza de voluntad y de decisión, habituando al educando a asumir gustoso la responsabilidad de sus actos, sólo después de todo esto viene la instrucción científica”.

A través de múltiples pruebas y exámenes, se elegían a los adolescentes más capaces psíquica y físicamente para ser educados como la élite que iba a gobernar a la nueva sociedad. Los métodos que utilizaban los profesores buscaban la degradación total de los alumnos para que pudieran ser manipulados en todas las circunstancias por sus jefes.

El tema fue tabú durante muchos años, puesto que los graduados en esas escuelas eran reticentes a hablar sobre sus experiencias juveniles, con frecuencia humillantes. Como niños no se habían sometido voluntariamente a las presiones psicológicas, sino que debieron obedecer las órdenes de sus padres o tutores.

Las escuelas se convertían en una especie de familia sustituta a la que se confiaba a los jóvenes indefensos para su adoctrinamiento. En realidad, fueron engullidos por el Estado Nacional Socialista como ninguna otra generación lo fuera antes.

Más de 150 mil niños y niñas fueron los que asistieron a alguna de estas denigrantes escuelas de la Alemania Nazi.

Lo mismo podré decir de Stalin que, impulsado por un Estado que atribuye el hecho Educativo como la mejor herramienta de instrucción que se conoce, construye los campos de concentración y muerte en Siberia para todos los fugitivos mentales de su doctrina.

La Educación, en sí misma, no es algo de lo que debamos estar orgullosos, principalmente porque puede ser puesta al servicio nacional de la degradación.

La Educación, como asunto moral, al estar a favor del bien y a entera disposición del mal, se convierte en un instrumento de Estado, en un arma doctrinaria en manos de las “Ideologías”, las “Reformas” y las “Revoluciones”.

¿Qué habría dicho Nadezhna Konstantinovn Krupskaia, viuda de Lenin, de todo este desastre demencial en la Escuela Mexicana?

raelart@hotmail.com

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