LA CARROCA

Sobre la pena de muerte

Por Soraya Valencia Mayoral*
sábado, 4 de agosto de 2018 · 00:00

Ya de regreso, después de un obligado descanso de verano merced a una perra pitbull que tuvo a bien masticar una de mis venas varicosas. Luego del susto con todo y hemorragia vinieron los cuidados para que los años, el calor y las bacterias no fueran a firmar un acuerdo común contra mi pierna dolorida, y bien, aquí estamos de nueva cuenta, gracias a Dios.

Este jueves que pasó nos enteramos que el Papa Francisco ha corregido la plana al Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) respecto al tema de la pena de muerte. Parece mentira, pero no estaba considerado el hecho de que la vida, de quien fuere así se trate de un criminal, es tan valiosa como la del más santo. Un paso más en la inteligencia del misterio de la vida humana y de los derechos de las personas en la que ha tenido que ver el desarrollo del magisterio pontificio y el movimiento de las últimas décadas en favor de los derechos humanos. En el contexto de la legítima defensa el Catecismo de Juan Pablo II afirma que la pena de muerte es algo así como legítima defensa social -conforme a la más antigua tradición de la moral y el derecho (cfr. Agustín de Hipona y Tomás de Aquino)-, y reconoce a la autoridad la potestad para aplicar la pena buscando así garantizar que el criminal no tuviera más la oportunidad de repetir el crimen.

Sabido es que no son pocos los casos en que la aplicación de la pena de muerte se ha traducido en asesinato judicial, pero volviendo al punto, la Congregación para la Doctrina de la Fe, antes Santo Oficio, ha publicado la “Carta a los obispos acerca de la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte”, ( una interpretación de la pena capital desde el Evangelio) en donde, entre otras, afirma: “Hoy es cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera luego de haber cometido crímenes muy graves”. La inviolabilidad de la dignidad de la persona está por encima de cualquier falta por grave que ésta sea porque el valor de la vida es anterior al crimen o pecado, como quiera usted llamarlo y en última instancia Dios es el garante. Esta nueva formulación “Quiere ser un impulso para un compromiso firme, incluso a través de un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor”. Revisando las publicaciones sobre la noticia, como sucede, hay reacciones diversas. Si usted desea conocer el documento para que no le digan, que no le cuenten, puede consultarse en línea en el sitio web del Vaticano (www.vatican.va) en la sección de los boletines de prensa. Por pura curiosidad estoy revisando los diccionarios de moral cristiana que tengo a la mano, en el apartado correspondiente a la pena de muerte. También esto se tendrá que reescribir. Vale.

*La autora es mujer de letras sacras y profanas

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