OPCIONES

Una nación de extraños

Por Blanca Esthela Treviño de Jáuregui
sábado, 4 de agosto de 2018 · 00:00

Cuatrocientas fotografías forman parte de la exposición titulada ‘Una Nación de Extraños’. Causó gran impacto cuando fue presentada en el Centro de Bellas Artes de Miami ocasionando una verdadera conmoción.

El documental fotográfico cubre la historia completa de la ola humana que invade a Norteamérica desde la invención de la cámara fotográfica hasta el momento actual: se ha exhibido en las grandes urbes estadounidenses. Las fotos revelan lo que significa América para los inmigrantes, y la forma como se ven y se sienten a sí mismos. Muestran un antes y un después: regocijo y temor, anhelo y realizaciones, esperanza y desencanto, huida y añoranza: los sentimientos de los inmigrantes se multiplican y confunden a través del tiempo. Sueños cumplidos, sueños fallidos.

Ciertamente no todas las fotos captan el lado soleado de la esperanza. Hay una fotografía particularmente incisiva: ‘Campamento Junto a la Autopista’ tomada en Encinitas, California. Una familia de inmigrantes mexicanos indocumentados es captada por la cámara junto a la carretera. Escondidos bajo las estrellas, acurrucados muy juntos comparten una manta. Sus rostros son iluminados una y otra vez por los faros de los coches que pasan velozmente. Rostros desnutridos, deshidratados, temporalmente en paz. Tres días de angustia indescriptible que viven agazapados en un vagón de ferrocarril. El profundo sueño repara el terror de cruzar el Río Bravo a nado. Sus escasas pertenencias han sido acomodadas cuidadosamente junto a ellos en una pequeña mochila.

Dicen que una fotografía expresa más que 2,000 palabras. Sin embargo, hay más de 3,000 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos, y en los últimos años las cámaras se han vuelto perezosas. El tiempo presente no está representado en la obra fotográfica ‘Una Nación de extraños’: hay demasiadas imágenes por revelar. Lastimosamente muchas de ellas son devastadoras.

Hoy pregonan que América es para los americanos. El odio racial hacia los inmigrantes mexicanos no obedece a que sean considerados inferiores, sino a que son muchos. La ola de mexicanos en busca de empleo rebasa clandestinamente la frontera y es abrumadora. No huyen de persecuciones religiosas o políticas. No. Huyen de México, de la patria amada que se ha olvidado de ellos. Se llevan sus recuerdos y sus canciones. Sólo buscan en ‘América’ alimento, y una forma digna de vida.

A medida en que las leyes migratorias se recrudecen para detener la ola de inmigrantes ilegales, se intensifica la necesidad no sólo de mayor militarización y patrullaje, sino de un mayor número de cámaras: la nueva historia de la frontera que se escribe en sangre debe ser adecuadamente preservada para la posteridad.

No existen campos de exterminio ni hornos crematorios en la frontera. No. Eso sucedió en Alemania hace muchísimos años. Hoy la persecución contra los inmigrantes ilegales obedece a factores económicos, y el agravante es que son muchos, demasiados, y por eso las consecuencias son realmente escalofriantes: osamentas de mexicanos que mueren calcinados en el desierto mientras tratan de evadir las patrullas fronterizas. Los cuerpos que flotan en las traicioneras aguas del Río Bravo de aquellos que perdieron la vida en el intento de cruzarlo. Cadáveres hacinados en los vagones o en las cajuelas de los coches de los pateros. Violencia militar. Niños ‘ilegales’ perseguidos por perros, aprehendidos y puestos en prisión o en jaulas durante meses mientras son deportados, en franca violación a los derechos humanos.

Un ex oficial de la Patrulla Fronteriza relata la historia de una mexicana que realizaba trabajo doméstico y fue lanzada a la calle: era demasiado el temor de los patrones a las leyes que prohíben la contratación de inmigrantes ilegales. La joven mujer fue encontrada entre botes de basura en un obscuro callejón. No se acercó a un hospital por temor a ser atrapada por la policía. Había muerto en pleno acto de dar a luz. En las manos estrujaba una pequeña sábana que había bordado para recibir al hijo. Aún latía el débil corazón de la criatura a medio nacer. Una gatita sin dueño maullaba lastimeramente mientras lamía las últimas lágrimas de la infortunada madre. El rostro de la joven mexicana finalmente conoció la paz.

Se requieren muchas cámaras para registrar lo que sucede en la frontera, testigo de dos naciones hermanas que antepusieron acuerdos, tratados y políticas económicas al valor de la vida.

Una fotografía relataría más que 2,000 palabras.

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