MAR ADENTRO

¿Así será la democracia participativa de AMLO ?

Por Ricardo Olvera
sábado, 22 de septiembre de 2018 · 00:00

Me gusta la democracia participativa. Aquella donde los ciudadanos se asumen como tales y participan activamente en la toma de decisiones de las cuestiones públicas, sea mediante consultas o referendos, o mediante su participación personal y directa en mítines, asambleas, debates públicos y movilizaciones callejeras.

Me gusta que el próximo Presidente sea favorable a dicha democracia participativa y no se conforme con la democracia representativa que hemos logrado conquistar y organizar en las últimas 3 décadas.

La democracia representativa -elecciones libres y confiables- significó un gran avance respecto al sistema autoritario anterior, donde Gobernación organizabas las elecciones, contaba los votos, daba los resultados y actuaba como policía política para de eliminar cualquier disidencia. Cero libertad de prensa y “carro completo” del partido oficial en todas las elecciones nacionales o locales. Y un Presidente imperial que mangoneaba a su antojo al Congreso, al Poder Judicial y a los gobernadores.

Todo eso ha cambiado significativamente con la democracia representativa conquistada. Lo que no se le ha dado a la ciudadanía es la posibilidad de influir significativamente en la manera en que se maneja la economía y se distribuye la riqueza, lo cual ha quedado cada vez más en manos de una “minoría rapaz” propiciando la extrema concentración de la riqueza y la desigualdad social resultante.

Los grandes cambios económicos, el uso de los recursos públicos jamás ha sido consultado con la ciudadanía, manejado por el gobierno en turno de manera arbitraria para favorecer a sus clientelas políticas cautivas, resultando en un creciente despilfarro del gasto público en “gasto social” improductivo políticamente motivado y en una corrupción desaforada.

Por eso es importante que el nuevo gobierno se proponga el uso de la consulta popular para tomar algunas decisiones fundamentales, en el tema económico y en otros.

El problema es que la consulta popular anunciada por López Obrador para tomar la grave y técnicamente complicada decisión sobre dónde construir el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México está mal planteada desde el principio.

En este caso particular no fue “el pueblo” el que cuestionó la ubicación del proyecto. El primero en cuestionarlo fue el ing. José María Riobóo, luego de perder la licitación para participar en el mismo. Riobóo convenció a AMLO de cambiarlo a Santa Lucía, donde él obviamente tendría asegurada una participación preponderante, ya que es el constructor más cercano al nuevo Presidente desde que construyó –sin licitación- los segundos pisos del entonces DF.

El próximo titular de la SCT, Javier Jiménez Espriú, quien también ha criticado la ubicación del nuevo aeropuerto en Texcoco, contrató a MITRE Corporation, la empresa superespecializada en estos temas y la que más ha estudiado el caso, y ella reafirmó sus conclusiones de 2015 de que Santa Lucía es inviable por graves problemas de interferencia en las aproximaciones de aeronavegabilidad. Además, las pérdidas por suspender la construcción en Texcoco serían arriba de 100,000 millones de pesos, más de lo que supuestamente costaría hacerlo en Santa Lucía. Y la pérdida de credibilidad de México ante los inversionistas internacionales sería catastrófica para el país.

Tengo la impresión de que la decisión ya está tomada y será en Texcoco. Como en otros temas económicos de campaña -la reforma energética, el TLC, el precio de las gasolinas, la construcción de 6 refinerías, etc.- en éste -el nuevo aeropuerto- el nuevo gobierno se verá obligado a actuar con sensatez.

El gran problema es político, ya que AMLO comprometió su prestigio al prometer que suspendería el proyecto en Texcoco, y ahora, en vez de decir “me equivoqué” y tomar la decisión sensata, lanza la farsa de consultar al “pueblo sabio” en un tema netamente técnico y financiero en el que los ciudadanos comunes tendríamos muy pocos elementos de juicio para decidir.

Me parece más bien que nos está tomando el pelo, porque la decisión ya está tomada, como seguramente lo corroborará la junta de expertos que discutirá el tema en octubre, y solamente quiere validarla para no perder cara. El nuevo aeropuerto se terminará de construir en el lugar menos inconveniente, Texcoco. Lo demás es circo político.

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