LA CARROCA

Bancarrota

Por Soraya Valencia Mayoral*
sábado, 22 de septiembre de 2018 · 00:00

Hay ocasiones en que escribir es como abrir la llave del agua en tiempo de bendiciones. Las ideas fluyen con facilidad. Pero hay días que parecen temporada de estiaje intenso. Y no porque no haya tema o asunto, sino porque son tales que agobian y pareciera que obstruyen las tuberías del entendimiento. Y uno piensa si tiene sentido abundar en aquello sobre lo que ha corrido tanta tinta. Además, septiembre es de por sí un mes de aniversarios dolorosos para nuestro país, de banderas a media asta, de no olvidar a las personas, las familias, que no han podido rehacer sus casas, sus vidas, algunos, muchos, desde el 85.

Por el lado profano las imágenes que han dado la vuelta al mundo: los contenedores cargados de cadáveres que revuelven el estómago y el alma. Son un signo de la profunda miseria humana en la que hemos caído, de la degradación social y de la incapacidad de un Estado que ha sido rebasado por la violencia y la deshumanización de la que es juez y parte. Ahí está la gran bancarrota nacional. La bancarrota moral de la cual es más difícil salir porque no depende de la buena voluntad de los ciudadanos, de los funcionarios honestos ni de la promoción de leyes de santidad. Un estado de cosas que se fue tejiendo a lo largo de décadas no podrá destejerse ni repararse para construir un tejido social sano ni en un sexenio ni en dos. Pero esperamos, a veces contra toda esperanza.

En el terreno de lo sagrado y los consagrados las cloacas siguen regurgitando. Las noticias nuevas de no tan nuevas historias de abusos no cesan, porque esto apenas empieza. En India un obispo, acusado de abusar de una religiosa, fue suspendido en su ministerio, quizá por la presión de las movilizaciones. En Francia, un sacerdote, señalado también por abuso, se suicidó -compartiendo la desgracia de muchas víctimas- en su propia parroquia. En México, sin novedad, como si no supiéramos que no es la excepción y que el mecanismo de protección y remoción continúa vigente, con arreglos privados y juramentos de silencio por parte de los demandantes. Puede usted consultar en el sitio web de la Santa Sede “Crimen Sollicitationis. De la manera del procedimiento en casos de solicitación” de Juan XXIII, donde se regulan los procesos en materia de abusos y que ha contribuido a fortalecer la estructura que oculta y silencia los delitos sexuales cometidos por clérigos. Creo que este documento (“Para mantenerse cuidadosamente en el archivo secreto de la Curia. Para uso interno”) ha sido hecho público en fechas recientes porque lo había estado buscando desde hace tiempo. La pieza clave en estos procesos, si los hubiere, son los Ordinarios locales (obispos y similares). El juez es el mismo obispo incluso cuando se trate de Órdenes religiosas. Por eso la artillería de los abogados, los colectivos pro víctimas de abuso y los medios está dirigida a los obispos, ante quienes se hace la denuncia y quien decide si el caso se turna o no a Roma. Esta forma de operar tiene que cambiar y dar paso a la justicia civil. O no habrá realmente un cambio. Vale.

* La autora es mujer de letras sacras y profanas

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