Suicidios y solución de problemas

miércoles, 30 de julio de 2014 · 22:37
"La muerte: único problema que no tiene solución.” (Anónimo).

Ha llamado la atención en la opinión pública los casos de suicidios durante los últimos meses en adolescentes, personas de la tercera edad, mujeres, desempleados o divorciados, entre otros perfiles. 
En los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado en 60% a nivel mundial. El suicidio es una de las tres primeras causas de defunción entre las personas de 15 a 44 años en algunos países, y la segunda causa en el grupo de 10 a 24 años; y estas cifras no incluyen los tentativas de suicidio, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos de suicidio consumado, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (2013).
Para esta organización las enfermedades mentales, principalmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol, el abuso de sustancias, la violencia, las sensaciones de pérdida y diversos entornos culturales y sociales constituyen importantes factores de riesgo que llevan a una persona a quitarse la vida.
Ahora bien, si le preguntara a cada uno de los lectores si conocen a una persona que no tenga o haya tenido problemas, todos afirmarán que  los seres humanos vamos experimentando dificultades, conflictos, diferencias, obstáculos o limitantes a lo largo de nuestras vidas.
La vida nos trae un problema tras otro. Algunos problemas parecen imposibles de resolver: personales, familiares, laborales, conyugales, económicos, comunitarios, etc. 
Todos sufrimos adversidades, generalmente en silencio. La mayoría de las personas se enfrentan con valentía a sus problemas y se esfuerzan por seguir, con la esperanza de que el futuro será mejor.
¿Qué podemos hacer para resolver los conflictos que más nos dividen y los problemas más complicados? ¿Adoptamos el papel de víctimas y esperamos a que alguien venga a rescatarnos? 
Se dice que Albert Einstein afirmó una vez: "No podemos resolver los problemas importantes a los que nos enfrentamos desde el mismo nivel de pensamiento que los ha creado”. 
Por eso frente a ciertos problemas hay que preguntarnos: ¿Qué es lo peor que me puede pasar? Ya que con mucha frecuencia exageramos las cosas, fuera de toda proporción. En la generalidad de los casos, lo peor que puede pasar es sin duda muy grave, pero no es el fin del mundo.
Si miramos al pasado, por lo general aprendemos de las épocas difíciles. Lo complicado es ser lo bastante serenos, equilibrados y conscientes, como para aprender mientras sufrimos. La gente inteligente y feliz tiende a considerar las épocas difíciles como valiosas experiencias. Mantienen la frente en alto, saben que las cosas mejorarán y que cuando salgan de la prueba por la que están pasando, serán mejores seres humanos. 
De ahí la importancia de ir preparando a las nuevas generaciones para las diversas experiencias de problemas que tendrán a lo largo de sus vidas. 
Un área de oportunidad de muchos padres de familia es que evitan que sus hijos experimenten diversos tipos de sufrimientos y problemas. Afirman que no quieren que sus hijos "sufran” lo que ellos sufrieron de niños. Sin embargo, lo único que generará en los hijos un crecimiento integral será aquello que implique esfuerzo, tesón, responsabilidad y trabajo. Se requiere prevenir el pesimismo y el suicidio desde una adecuada formación afectiva en las familias. Usted, ¿qué piensa?

* El autor es filósofo (UNIVA, Guadalajara), maestría en educación con especialidad en comunicación organizacional (Tec de Monterrey).
Twitter: @rafaelroblesf

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