Los dedales del ojal

sábado, 12 de abril de 2014 · 23:16
El problema de los limpiacarros en Ensenada se podría analizar mas allá de las clásicas aristas que todos observamos. Los delitos de alto impacto y bajo impacto tratan ahora de relacionarse con el trabajo de los limpiacarros, que lo único que intentan hacer es ganar el sustento honestamente.
No se trata de negar que los limpiacarros son parte del paisaje urbano de la ciudad. Los comerciantes tienen sus razones de peso para quejarse. Alegan inseguridad con el trabajo de quienes limpian los carros, pero no podemos generalizar, pues hay personas que cumplen con el trabajo de limpiar nuestros autos sin agredir ni molestar a nadie.
Los comerciantes mencionan que les permiten ocupar algunos espacios frente a sus negocios o les brindan alimentos.
Las ciudades tienen -comúnmente- planes de seguridad pública. Si hacemos un estudio criminológico de los limpiacarros seguramente encontraremos cero peligrosidad.
La gran mayoría de ellos son personas honestas que todos los días recorren las calles en busca de alimento.
La inseguridad no solamente se puede estudiar y medir por las posibles conductas de los limpiacarros, pues lo que realmente debe preocuparnos es nuestra propia seguridad personal.
Este tipo de "persecuciones” me recuerdan a la tipificación del delito de disolución social que estaba en el Código Penal y que hizo su aparición en el artículo mediante una reforma impulsada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz para castigar la disidencia estudiantil durante el movimiento de 1968.
La inseguridad no puede basarse solamente en la persecución de los limpiacarros como si fueran delincuentes de alto impacto.
Lo que debemos hacer es cambiar nuestros hábitos de seguridad para protegernos por todos los ángulos posibles.
Esa es una de las metas fundamentales del Estado.

alfonsotorr@gmail.com

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