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Ajedrez Público

Por Alfonso Torres Chávez
domingo, 25 de septiembre de 2016 · 00:00
Días de lluvia
Ensenada, B.C.

19 de septiembre de 1985. 7.19 am. La Ciudad de México despierta a un día más. La televisión transmite el noticiero ‘Hoy mismo’, conducido por Guillermo Ochoa y Lourdes Guerrero. La magnitud del terremoto fue de 8.1 con epicentro en las costas del estado de Michoacán.
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En tiempos de llorar, todos somos uno. Las voces del temblor se multiplicaron mientras el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, tuvo una respuesta tibia y tardía ante un hecho que hubiese requerido de un presidente firme con una amplia capacidad de respuesta. Las horas más aciagas del temblor las pasamos a solas, mientras la ayuda que todo el mundo prestó sin interés se ponía dentro de las bodegas de donde se supone que debía salir para ayudar a los más necesitados. La cifra oficial de muertos es de 3 mil 192 a 20 mil, aunque dichos datos nunca fueron confirmados de manera oficial. El país carecía de una cultura de adiestramiento en materia de sismos y la respuesta del Estado fue lenta. 

El presidente De la Madrid llegó a declarar que México no necesitaba de ayuda internacional, mientras el país pedía a gritos ayuda, y el Estado escondía las cifras oficiales de muertos en el terremoto. La crisis económica heredada del régimen del ex presidente José López Portillo hizo pasar al país uno de los momentos más amargos de la historia.

Fue el pueblo quien sacó al país del pasmo. El Estado por su parte evadió la responsabilidad hasta de la cifra oficial de fallecimientos, y el escándalo fue mayor cuando se descubrió que en bodegas gubernamentales se quedaron los víveres que todo el mundo envió para ayudar a México durante la crisis de esos días aciagos.

El 20 de septiembre de 1985, se presentó una réplica del sismo de menor intensidad que hizo revivir en los mexicanos sus peores demonios.

El Estado quedó rebasado por la tragedia que se vio opacada por la solidaridad que siempre ha caracterizado a los mexicanos en tiempos de crisis.

En el contexto de la crisis de los años ochenta el país tuvo que pasar por el rosario del terremoto para unirse mientras el Estado carecía de la capacidad para responder ante una crisis humanitaria, en la que todo el mundo ayudó sin importar distancia, idioma o diferencias culturales.

México es muchos Méxicos. Es el crisol de culturas que surge como el ave fénix en tiempos de crisis o cuando los mexicanos nos unimos más para vencer en tiempos dolorosos la incapacidad del Estado para cumplir con una de sus obligaciones fundamentales: prestar en tiempos de crisis toda la ayuda que su capacidad le permite brindar.
Así, los sismos de 1985 mostraron una de las caras más crudas del país, en una situación de emergencia que nos unió a todos en una sola voz que pedía ayuda y la daba conforme a sus fuerzas y posibilidades.

Las crisis siempre sirven para unir. De otra manera no es posible sobrevivir.

Los mexicanos somos uno y siempre hemos sido uno. 

Hoy han pasado 31 años y los mexicanos seguimos unidos como ayer en un coro solidario que prestará ayuda a todos los que en un momento lo lleguen a requerir en tiempos de crisis.

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