AJEDREZ PÚBLICO

El desvelo

Por Alfonso Torres Chávez
domingo, 31 de diciembre de 2017 · 00:00

Ensenada, B. C.

Con la resaca a cuestas de los alcoholes decembrinos y los que faltan, las personas pasan estas épocas entre la larga espera y los aguinaldos que se acumulan.

En un poema el cantautor argentino Alberto Cortés, mencionaba que entre una copa de vino y un vaso de agua solo media… la resaca.

La resaca de las tarjetas es la que nos espera dentro de un mes.

Mientras tanto nos dedicaremos a administrar la abundancia, si la abundancia de recalentado que nos quedó después de la cena navideña.

El bacalao, los romeritos, las sobras del pavo, la pasta o la ensalada o ambas cosas, hacen que subamos todos los kilos que después bajamos con arrepentimiento en enero.

La gente se arrebata mercancías durante todo diciembre como si fuera la última compra de su vida.

Sociológicamente es un fenómeno interesante: el arrebato de cualquier cantidad de objetos en las tiendas lleva a las personas a largas filas en las compras y quienes tenemos el privilegio de vivir en la frontera con Estados Unidos, somos víctimas de filas de dos o tres horas para cruzar a California, como si fuera un manto de agua fresca.

Una vez que hemos cruzado nos sentimos como liberados: vamos de compras con singular alegría.

Aprovechar las ofertas no tiene nada de malo. Admitamos sin ánimo de malinchismo que vivir cerca de Estados Unidos tiene sus ventajas.

Los mexicanos que vivimos en frontera sostenemos todo el sistema económico del estado de California.

Eso no es una falacia: la economía fronteriza depende en una buena parte de las divisas de mexicanos en California, así como los estados del centro del país reciben importantes ingresos de las remesas que provienen del vecino país.

La xenofobia que empezó en la era Trump, no impide que sigamos yendo de compras.

Se puede vivir sin la visa láser, lo único que se pierde es el acceso hacia Estados Unidos.

Pero en una zona fronteriza no estamos hablando solamente del cruce por compras de fines de semana o de fin de año, sino de tener un documento que permita el desplazamiento por cualquier otro motivo.

Personalmente disfruto el cruce: resulta un fenómeno por demás interesante que además de los millones de mexicanos que residen en Tijuana y cruzan a Estados Unidos por motivos labores, millones de mexicanos fronterizos acudimos de compras al vecino país, donde seguramente encontramos todas esas cosas archirequeterecontraricas que engordan varios kilos o los ofertones locos para ir al país de las barras y las estrellas.

En frontera el pasaporte es una necesidad que va más allá de las compras, pues podemos acceder a tecnología de punta, y otros beneficios que tienen que ver con el traslado de personas en situaciones de emergencia.

Hasta la próxima.
alfonsotorr@gmail.com
 

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