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ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS: Pasado, presente, cultura

jueves, 20 de agosto de 2015 · 00:00
Por: M.E. Marion G. Vomend Teuscher
 
 
Esto no es un simple juego debido a cierta similitud fonética entre "cultura" y "futuro", ni una alegoría del tiempo, sino es una pequeña propuesta reflexiva sobre el hecho de que sin una evolución en el aspecto cultural, no habrá un futuro digno para todos.
 
El pasado goza del privilegio de que, por ser pretérito, es objeto de estudio, independientemente de qué universo de acciones involucre y de la calidad de éstas. Así, tenemos estudios sobre la historia del cine, de la medicina, de la política y la guerra; las historias de vida como recurso de información y como objeto de estudio en sí, etc. El pasado es una fuente de cultura.
 
El presente, efímero por como lo percibimos de acuerdo a nuestras medidas del tiempo, nos obligaría a plantearnos cómo vivirlo. Podemos dejarlo pasar...disfrutar de las circunstancias favorables y aprender si son desfavorables... lo cual por cierto también se puede hacer si son ventajosas: si nos hacemos amigos de hábitos de adquisición del conocimiento, como el observar, leer, reflexionar, crear, compartir.
 

¿Y cuál es nuestro futuro?
En esta era de alta velocidad en la transmisión de información dentro de los denominados espacios virtuales, el futuro puede ser casi continuamente reinventado por medio de lo que acaba de suceder. Las posibilidades son infinitas, la velocidad de evolución puede ser rapidísima. Si bien cada segundo que se va, da lugar a otro, un segundo mal invertido en una decisión, puede tener consecuencias mayores de lo que imaginamos.
 
Mientras mayor es nuestra esfera de influencia, mayor es nuestra responsabilidad de transmitir una cultura que sea compatible con un futuro en donde la calidad de vida sea mejor para todos, y mucho mejor para la mayoría. Y aquí hablo de cultura que se puede definir como la información que especifica el conjunto de formas conductuales en un colectivo. Esto va más allá del conocimiento razonado del pasado y de la generación de arte: la cultura de respeto al medio ambiente (que incluye la cultura de la salud), la del conocimiento (que incluye la cultura en ciencias y va más allá de la pura emisión y absorción de información), la cultura de la paz, son elementos que urge integrar a nuestra mismísima identidad como nación, a nuestro patrimonio, como un enorme componente dinámico, en formación desde luego, pero en vías de consolidarse, del que urge se haga difusión para concientizarnos y ayudarnos a elegir libre, pero sabiamente y con consideración a nuestro entorno.
 
¿Qué vale la pena cambiar para que el futuro sea diferente, quién lo va a hacer y en qué momento? El punto crucial es la elección informada, que además -¡básico!- descanse en un marco valoral sano y positivo, para evitar riesgos que varían en magnitud según el tamaño de la esfera de influencia de quien decide, o de la velocidad en que se transmite dicha decisión. O de una combinación de éstos y otros factores, como el miedo, la ignorancia, la indiferencia o la adicción al poder de quienes tomamos decisiones (pues todos tomamos decisiones en todo momento).
 
Hagamos el ejercicio de analizar en qué nos basamos para consumir alguna revista, un programa de televisión, un "post", un link... ¿Es únicamente nuestra percepción infundada de lo estético, finamente trabajado en una imagen, o el impacto del mensaje explícito, o la recompensa de satisfacer impulsos límbicos, lo que nos hace elegir qué asimilar, qué valorar, qué consumir, qué construir?
 
Elijamos ahora qué es lo que en verdad queremos que trascienda. No nos condenemos a avergonzarnos del pasado que estamos creando para el estudio por parte de generaciones venideras.

 
*La autora es coordinadora de Seguimiento a Programas y Asuntos Institucionales del CINAH- BC. 

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