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BAJO PALABRA: Arenas inestables

viernes, 9 de octubre de 2015 · 00:00
Hace algunos meses dediqué este espacio a hablar de Henning Mankel autor sueco del género novela negra. Escribo ahora desde la noticia de su fallecimiento.
 
Su muerte, esperada como inminente dado el diagnóstico en 2013 de un cáncer con metástasis ya al momento del hallazgo de su mal, causa sin embargo sorpresa y pena. Aún a la distancia de la lectura donde ubica uno claramente el entorno del autor y de sus historias es posible que las descripciones permitan al lector ser incluido en el paisaje y los ambientes de tal manera que el simple recuerdo de algún título parezca acercarnos a personas y personajes intemporales.
 
Las novelas escritas con el inspector como protagonista Kurt Wallander describen  muchos rasgos importantes de la personalidad de Mankel. El inspector Wallander es, podría decirse el alter ego de su autor, con gran olfato para la investigación pero siempre dudando de su capacidad como policía, con sobrepeso, carga la culpa permanente de querer cuidarse sin lograrlo, propenso a la bebida, abrumado por su matrimonio roto y el distanciamiento con su hija; en lucha permanente con la responsabilidad de ver por  un padre senil, con la ópera como sueño frustrado. Muy humano, dado a la soledad y con dificultades para socializar.
 
Mankel decía que en realidad era su opuesto y que de conocerse no simpatizaría con el inspector con Wallander.
 
En sus novelas se le mira asistiendo a funerales de personas que han significado mucho en su vida, su mentor vencido por el cáncer, alguna víctima inevitable de los crímenes que investiga. Es el personaje quien sufre pero es indudable que son los afectos de su autor los expresados, es su propio duelo ante las despedidas de sus amados.
 
A partir del conocimiento de la gravedad de su mal, Mankel se dedicó a escribir desde la enfermedad. Su último libro publicado en éste mismo año es una crónica de su dolor, del miedo a la muerte.
 
El libro se titula Arenas movedizas en él deposita sus esfuerzos para luchar contra el cáncer. Asido de sus recuerdos, sostenido pues por su memoria deja constancia de su agonía. La escritura es el recurso del cual se vale para combatir el temor ineludible a la absorción final en las arenas dolorosas de la muerte.
 
Mankel se convirtió a través de sus novelas en un conocido por quien sentí afecto y simpatía.
 
Asimilé con pena el final que da a su personaje Wallander al perderse en la neblina espesa del Alzheimer, abrigaba sin embargo, el consuelo de saberlo con brotes de sí mismo de vez en cuando. Ahora con la partida final de su autor deja sin remedio el hecho del adiós definitivo.
 
Entre el clima ahora entre nublado y soleado de Gotemburgo pienso asistir con mi imaginación y pensamiento a su funeral. Sin duda será sobrio y mesurado. Mantendré la distancia tras de algún viejo árbol y diré adiós a quien releeré con no poca nostalgia.

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