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Bajo Palabra: Cambios personales

A los maestros de mi familia, que son muchos, con respeto
viernes, 22 de mayo de 2015 · 00:00
Por: Hadassa Ceniceros
 
 
En los años aquellos cuando caminaba uno a la escuela de ida y vuelta, iba a la tienda o a la tortillería con toda la calma del mundo para regresar justo a la hora de comer o visitaba vecinos y amigos sin mayor preocupación, Tijuana era una ciudad de colonias nuevas y calles amplias y seguras. Cursé el primer año de primaria en una escuela en la Colonia Alemán de nombre Patronado Pro Educación, todo se llamaba "Alemán”, ese era el apellido de un presidente de la república. Después de haber cursado el primer año sin pena ni gloria se me ocurrió el día que me mandaron con mi boleta para inscribirme a segundo año, caminar a otra escuela que estaba en la Colonia Altamira, la primaria Álvaro Obregón. Una vez había asistido a un evento especial con una vecina y me gustó mucho la construcción de la escuela, la distribución de los salones y el hecho de que tuviera dos o tres plantas me resultaba encantador, subir y bajar escalones me parecía muy importante. Mi vecina y amiga era mayor que yo, ella iba ya a sexto año. Caminé con ella a la escuela y fui a inscribirme a segundo año. Cuando regresó mi padre del trabajo le conté que iba a ir a otra escuela lo cual no fue de su agrado, le dije que me gustaban los cuadernos de Yunis y que tenía sus hojas llenas de números y cuentas muy difíciles, eso a mí me parecía muy interesante y quería hacer lo mismo en mis cuadernos. No hubo mayores problemas, inicié los cursos y los tres siguientes años los cursé en la mejor escuela primaria que hasta ahora haya conocido. Los grupos estaban separados: niños y niñas, las maestras iban muy arregladas con uñas y boca pintadas de rojo, usaban perfumes de profesoras (bueno, eso me parecía a mí). En cuarto año fui "descubierta” por mi maestra con una atención y dedicación sin igual. Mucho de lo que logré ser más adelante como estudiante y como persona tuvo sus bases en aquella experiencia con la Profesora García Rebolledo por quien siempre he guardado admiración y gratitud. En un recuento de esa época resulto afortunada, por vivir en una ciudad segura y tranquila en la mitad de los años cincuenta para las andanzas de niños por su barrio, porque para ir de una colonia a otra solamente tenía que bajar un cerro y subir otro, porque al no aceptar  niños menores de los seis años cumplidos en primaria, contribuyó a que fuese mayor a la mayoría de mi grado, lo que me daba cierta independencia, por ser la mayor de mi familia, por encontrarme con escuelas y maestros de calidad aunque reconozco que no es privativo de aquellos tiempos. Por las profesoras García, Gutiérrez, Díaz y demás a quienes debo parte de la formalidad que aún conservo. Por un sistema educativo que funcionó para mí y funciona para otros, antes, desde entonces y hasta ahora.
Porque años atrás
tomar tu mano, robarte un beso,
sin forzar un momento
formaba parte de una verdad… (Milanés, Pablo. Años)


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