Baúl de Manías

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga.
martes, 3 de marzo de 2015 · 00:28
Mozart bien vale dos misas

El 27 de mayo de 1784 (a los 28 años) Mozart anotó en su libro de contabilidad lo siguiente: pájaro estornino, 34 kreutzer.  Luego, chifló (o tarareó) una festiva tonada que su nueva mascota le regresó, como un eco. El feliz propietario del abusado pajarillo apuntó enseguida los cinco compases que acababan de canturrear y que son el tema inicial del tercer movimiento de su concierto para piano No. 17, en sol mayor, que acababa de terminar. http://bit.ly/1EUuSVD.

Según la transcripción de Mozart, el estornino insertó un "calderón” en el último tiempo del primer compás completo y,  en el siguiente compás, cantó sol sostenido donde debió haber cantado sol natural... Ya se sabe que los estorninos tienen una gran habilidad para imitar la voz humana… Aquel le enmendó la plana al genio de Salzburgo. 

Fue la mascota del músico más grande de Europa (aunque Europa ni enterada estaba). Murió el 4 de junio de 1787. Mozart lo enterró en el patio trasero de su casa y escribió un poema para la ocasión. Tuvo exequias de gran pompa y circunstancia, con todo y poema. Paradójicamente, Mozart, tuvo el entierro de un miserable. Sin pompa, sin circunstancia, sin poema.

Pasó su breve tiempo en este planeta "preludiando y tocando fantasías”. Escuchemos, por ejemplo, su primer misa completa: es la Missa Brevis en sol mayor k. 49 (1768). La compuso a los 12 años. Está escrita para cuatro solistas, coro a cuatro voces, violín, viola, bajo continuo y órgano. Se pueden apreciar en ella reminiscencias handelianas (por ejemplo, en el hermosísimo fugato con el que concluye el Credo). La necesidad típica de unidad que le anima se aprecia también de forma más profunda.

Sus seis movimientos siguen el orden tradicional de la misa católica: Kyrie-Gloria-Credo-Sanctus- Benedictus- Agnus Dei. http://bit.ly/1M1YouX.

Ahora escuchemos su última misa, compuesta 23 años después. Es un Réquiem. "El Réquiem por antonomasia”, podríamos decir. Imagínese, amable lector, que está usted en Viena, una tarde-noche de finales de julio de 1791, en el interior de un departamento iluminado por las débiles luces de un candelabro con tres velas. Ahí está Mozart, de escasos 35 años pero ya  minado por la enfermedad que lo llevaría a la tumba... Trabaja febrilmente en La Clemencia de Tito. Tocan a la puerta. Antes de que pueda levantarse, la puerta se abre y, con una ráfaga de viento helado entra un extraño. Es un hombre alto, con sombrero de tres picos, embozado en una capa negra. Avanza con firmeza y se detiene apenas afuera del círculo de luz que proyectan las velas. Le entrega a Mozart una carta, y deja sobre la mesa una bolsita con monedas. Se marcha sin mayor explicación. Mozart se asoma por la ventana y alcanza a ver al embozado perderse en la noche. A las pocas horas, comienza a componer la obra que le solicitaban en la carta. http://bit.ly/1M3Qpz9.

Desde aquel momento estará convencido de que el embozado era el mensajero de la muerte y el Réquiem que componía era el suyo. Murió Wolfie en la madrugada del 5 de diciembre. Franz Xaver Süssmayr, su alumno y confidente, terminó la obra. Realizó el encargo –para sorpresa de algunos— en forma por demás decorosa, apegado al espíritu y al estilo mozartiano. 

Después de su muerte, la fama de Mozart corrió como reguero de pólvora. Si hubiera muerto cinco años después, Europa entera habría estado a sus pies, así como él estuvo a los pies de su alegre y luminoso estornino cuatro años antes.

El próximo viernes 27 de marzo el Coro Pro Música Ensenada interpretará la Missa Brevis k. 49 y el Réquiem K. 626. La cita es en la Parroquia de San Judas Tadeo (allá en Valle Dorado) en punto de las 20 horas (8 p.m.). Informes y boletos en el tel. (646) 1779082.

bauldemanias@hotmail.com

...

Comentarios