“LA BRÚJULA”

Aprender escuchando...

lunes, 27 de marzo de 2017 · 00:00
Hay un pensamiento que sostiene que: El hablar vale plata y el escuchar vale oro, porque el que habla dice lo que sabe y el que escucha agrega a lo que él sabe lo que el otro está diciendo.
El saber escuchar es todo un arte. Escuchar es atender, es abrirnos para tratar de entender y comprender las ideas y pensamientos de nuestro interlocutor.
Quien "escucha”, pero al mismo tiempo está pensando en lo que él va a decir, no tiene el interés que se requiere, no hay preocupación por tratar de entender al otro.
Hay personas que no cultivan ese arte de saber escuchar y tienen una necesidad compulsiva por hablar que da la impresión de que gozan escuchándose a sí mismos, hablan, hablan y hablan y no tienen el más mínimo interés de conocer la cosmovisión de sus interlocutores, no les interesa enriquecerse con las ideas ajenas.
Hay personas ya mayores poseedoras de una gran experiencia y que además tienen facilidad de palabra, son unos excelentes conversadores y escucharlos es un deleite.
Tengo muchos defectos, pero una cualidad que siempre me acompañó fue la de cultivar el arte de saber escuchar, sobre todo, a las personas adultas o adultas mayores a quienes hay mucho que aprenderles.
Recuerdo que desde muy joven me gustaba escuchar a un tío; decíamos, era un hombre muy culto, de memoria privilegiada y que además tenía facilidad para comunicar sus conocimientos; los sabía bajar al nivel dependiendo de quién era su interlocutor. Durante mis vacaciones nos hospedábamos en su casa y hubo muchísimas oportunidades de dialogar con él en diferentes etapas de mi desarrollo.
Recuerdo gratamente aquí en Ensenada, las ocasiones en que tuve la oportunidad de escuchar a Don Salvador Azuela. Fue presidente del Seminario de Cultura, hijo del escritor Don Mariano Azuela. Participó en la famosa campaña Vasconcelista a la Presidencia de la República, allá en 1929. Era un deleite escucharlo, porque era historia viviente, su vida salpicada de tantas anécdotas y experiencias que sabía comunicar, platicaba muy ameno y le daba mucha vida a sus recuerdos.
Don Evaristo Bonifas, me doblaba la edad, en sus últimos diez años de su vida tuve la suerte de cultivar su amistad. Recuerdo cuando íbamos a tomar café, yo disfrutaba cuando me platicaba sobre sus vivencias vida. Era un hombre muy cálido, educado y de fino trato.
Don José Luis Fernández Bandini, mi tutor intelectual, siempre se preocupó por aconsejarme cuando era yo muy joven para que me superara. Su formación intelectual fue la de un jesuita, él estuvo muchos años en la Compañía de Jesús; fue un hombre amante de los libros, de formación muy sólida en su formación Cristiana, en Filosofía y Antropología filosófica. Tuve infinidad de oportunidades de dialogar con él en diferentes etapas de mi desarrollo como persona.
Don Miguel Lanz Pérez. Recuerdo cuando íbamos a tomar café. Con él también cultivé el arte de saber escuchar y la amistad; muy ameno en su plática y sabía darle vida a sus conversaciones y experiencias vividas. Un hombre culto con mucha experiencia, conocedor de acontecer político, periodista versado que conoció también a muchos personajes y describía muy bien sus encuentros con ellos, conocedor de infinidad de anécdotas y de historias de muchos de ellos...
Recuerdo cuando tuve la oportunidad de platicar y sobre todo escuchar en un restaurante a José Emilio Pacheco, disfrutaba el buen comer y tenía una conversación muy agradable. Un valor de las letras, excelente poeta y cuentista lleno de anécdotas y conocedor de muchos hombres ilustres.
Ojalá y muchos jóvenes supieran valorar lo mucho que se aprende de las personas mayores cuando sabemos y estamos dispuestos a cultivar ese arte de saber escuchar.
Yo de ellos aprendí y sigo aprendiendo.
Hoy en día disfruto a través de YOUTUBE las entrevistas y disertaciones de personajes que hablan sobre los más diversos temas desde la comodidad de mi biblioteca. Si alguien me llama por teléfono o me llega alguna visita aplastó la tecla de pausa y después tranquilamente me vuelvo a acomodar en mi sillón acompañado de un rico café o chocolate para seguir disfrutando del saber de otros.

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