LA BRÚJULA

Paseo Hidalgo

Por Heberto J. Peterson Legrand*
lunes, 18 de septiembre de 2017 · 00:00

Corría el año de 1910, un año muy significativo porque en él se cumplía el primer centenario de la independencia de México, iniciada por el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, después en el 2010 festejamos el segundo centenario y ya han pasado 7 años y en este septiembre del 2017 nos envuelve nuevamente el espíritu patrio y vemos en distintos edificios, vehículos y hogares la presencia de nuestra bandera con la que queremos reafirmar nuestra mexicanidad.

El gobierno central quiso que el mes de septiembre marcara un hito no sólo por lo que significaba desde el punto de vista histórico, sino también porque México había entrado a la modernidad.

En la capital del país en aquel primer centenario se llevaron a cabo un sinnúmero de eventos conmemorativos como paradas militares de 35 países allí representados; desfiles alegóricos, inauguración del monumento del Ángel de la Independencia y otros, así como muchas más festividades que le dieron un realce que trascendió e impacto muy positivamente en el ánimo y encendido espíritu patriótico de los mexicanos.

Como en muchos otros lugares del país, en Ensenada, el punto más alejado del mismo, los ensenadenses se sentían parte de ese espíritu patrio, la fecha no pasó desapercibida y también organizaron una serie de eventos.

El 14 de septiembre de 1910 fue inaugurado El Paseo Hidalgo, un espacio de gran belleza desde donde se podía apreciar la playa bañada por las olas y la silueta de aquella playa virgen cuyo espacio abierto permitía ver la cordillera de Punta Banda y el cerro del Vigía que como dos brazos protegían nuestra bella bahía.

Un lugar romántico y a la vez simbólico donde se colocó un monumento dedicado al padre de la patria, de bronce y que se encargó a la casa Fabré Hermanos en la Ciudad de México y que se puso sobre un pedestal de granito trabajado por unos artesanos de los Angeles, California. Lo circundaba una banqueta de cemento, cuatro postes de fierro con cinco globos de cristal opaco cada uno y pequeños prados laterales.

Además El Paseo Hidalgo contaba con tres docenas de bancas de madera y hierro hechas en Mazatlán, Sinaloa. Lugares donde se sentaban parejas de novios para acompañarse y expresar sus más nobles sentimientos; caballeros amantes de las tertulias que aprovechando el benigno clima pasaban largas horas incluso esperando el atardecer.

El Paseo Hidalgo se convirtió en un lugar de encuentro donde incluso las familias salían a pasear, saludarse e iniciar un diálogo.

En la esquina de la avenida Ryerson estaba la casa de dos pisos que fue propiedad de don Max Bernstein que fuera agente de la Compañía Americana, a un costado del monumento las Oficinas de la Compañía Americana, enseguida el Hotel Hidalgo y de espaldas al monumento el edificio conocido por los ensenadenses como “El Nopal”

El monumento dedicado al padre de la Patria miraba hacia el Vigía que es por donde estaba la antigua entrada a Ensenada.

Por otra parte el citado monumento es el más antiguo de la Baja California.

En aquel año de 1910 El Paseo Hidalgo tenía las características para serlo. Hoy día se requeriría de algún proyecto arquitectónico para rescatar, embellecer y dignificar ese espacio público que podría atraer nuevamente la visita de los lugareños.

Es deseo del “Patronato del Centro Histórico, Cultural y Turístico de Ensenada”, dentro de sus proyectos el rescate de esos espacios emblemáticos que son patrimonio de nuestra memoria histórica, sentido de identidad y pertenencia para los que aquí habitamos y que este mes nos debe invitar a reflexionar sobre esos valores materiales e inmateriales que le dan sentido a estos espacios y monumentos que son testimonio de nuestro nacimiento material y simbólico porque impregnan nuestro espíritu Patrio.

*Cronista honorario y miembro del Patronato del Centro Histórico, Cultural y Turístico de Ensenada.

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