Discriminación

martes, 16 de septiembre de 2014 · 23:25
México, DF - ¿Cuál es la diferencia entre una mujer mexicana desnuda y una mujer norteamericana desnuda? La gringa sale en Playboy y la mexicana en National Geographic.
Si un agente de la patrulla fronteriza de Estados Unidos se encuentra con un mexicano y con un terrorista islámico, ¿a quién debe matar primero? Obviamente al terrorista, porque primero es el deber... ¡y luego el placer!
Un mexicano entra al bar y lleva un perico en el hombro. El cantinero se le queda viendo y le pregunta extrañado: "¿De dónde sacaste ese animal tan pinche feo?”. Y el perico responde: "En México hay muchos”.
Normalmente estos tres chistes se cuentan con negros, no con mexicanos. La diferencia es que cuando los escuchas sobre negros, te ríes. Pero cuando son sobre mexicanos, te ofendes. Y es lógico: a nadie le gusta ser discriminado.
El gran problema con la discriminación es que no aceptamos que existe. En México, de acuerdo con encuestas serias, la mayoría de la gente piensa que no hay discriminación. Pero la realidad es que sí la hay. Si no la vemos es porque creemos que no es una ofensa decirle "p…” al portero del otro equipo, ni decirle "chango” a una persona de raza negra, ni decirle "chale” a un asiático. Pero sí lo es.
Allá en Querétaro, el panista Carlos Manuel Treviño, quien seguramente se siente de raza pura, llamó "simio” al jugador brasileño Ronaldinho, la nueva estrella de Gallos.
¿Y por qué? Porque la emoción de los aficionados por ver al nuevo jugador de su equipo de futbol, provocó tremendo caos vehicular alrededor del estadio y eso al señor panista le enoja.
Ante esto, en las redes sociales se desató la campaña "Todos somos simios” a la que se han sumado jugadores del Querétaro y público en general para levantar la voz contra el racismo.
Así que, te lo digo a ti Carlos Manuel Treviño, de una buena vez hazte a la idea de que #TodosSomosSimios y changa tu madre.

Pozole
Para su cena de El Grito de Independencia, el priista Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre decidió que quería hace pozole para sus invitados.
Fue al mercado y compró el maíz, los rábanos, el orégano, las tostadas, la lechuga y sólo le faltaba la carne. Al llegar a la carnicería, le dijo al carnicero:
-¿Oiga, en cuanto me deja esa cabeza de puerco?
-Ay, señor Gutiérrez, ¡es un espejo!

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