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LA COMEDIA POLÍTICA: ¡Ahí viene el Papa!

jueves, 8 de octubre de 2015 · 00:00
México, D.F. - Finalmente el Papa decidió venir a México. Apenas aterrizó, bajó del avión papal y se subió a la limusina que puso en su honor el gobierno mexicano. Una vez adentro, le dijo al chofer:
 
-Hijo mío...
 
-Dígame, Su Santidad.
 
-Te quiero pedir un favor.
 
-El que usted quiera, don Papa. Estoy para servirle.
 
-Mira, allá en El Vaticano nunca me dejan manejar. Primero, porque no hay calles; y segundo, que porque necesitan tener bien controlados todos los posibles riesgos de seguridad. Y, la verdad, a mí me encanta manejar.
 
-¡Ay, Su Santidad! ¿Y qué quiere que yo haga?
 
-Pues que me dejes manejar, hijo.
 
-Pero, don Papa, ¿y si chocamos? ¿Y si le pasa algo?
 
-Hijo, ¡traemos la bendición del cielo! ¿Acaso no crees que sea suficiente?
 
-Bueno, pues ahí sí, ni hablar, tiene usted razón, míster pontífice. Lo voy a dejar manejar, pero sólo hasta el hotel donde se va a hospedar. Ya después, durante el resto de su visita, yo manejo.
 
-¡Hecho!
 
Dicho y hecho, el Papa y su chofer intercambiaron lugares. Cinco minutos después, el chofer ya se había arrepentido, pues el Papa iba en el Viaducto a más de 150 kilómetros por hora. Por supuesto, en menos de 5 minutos ya traía detrás a dos motociclistas de tránsito, cinco patrullas y un helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública, todos sonando sus sirenas y con las torretas encendidas para marcarle el alto.
 
Cuando por fin se detuvo el Papa, se acercó un motociclista, le tocó la ventanilla, le pidió que bajara la ventanilla y le dijo que le entregara su licencia, tarjeta de circulación y certificado de verificación, pero en cuanto el policía vio que se trataba del mismísimo Francisco I, corrió con su comandante que estaba en una de las patrullas:
 
-Mi comandante, con la novedá de que no podemos infraccionar al sujeto, porque es muy influyente.
 
-¿Y a mí qué me importa que sea influyente? La ley es la ley y tenemos que hacerla cumplir.
 
-Es que de verdad es muy influyente, mi comandante.
 
-¿Acaso es un diputado?
 
-Más arriba.
 
-¿El Jefe de Gobierno?
 
-Más arriba.
 
-¿El presidente?
 
-Más arriba.
 
-¡Ah! ¿Pues quién es?
 
-A mí se me hace que es Dios.
 
-¿Cómo que Dios? No diga tonterías, agente Godínez. ¿En qué se basa para decir que quien va en la limusina es Dios?
 
-Pues porque trae de chofer ¡al Papa!
 
El gobierno de Enrique Peña Nieto anda presumiendo por todos lados que el próximo año vendrá a México el Papa Francisco Primero. La noticia sin duda alegrará a muchos, pero dudo que al propio gobierno federal le entusiasme tanto. 
 
Y es que este Papa se ha caracterizado por muy revolucionario en cuanto a su forma de ver la vida y la religión, al menos en el discurso. 
 
Y cuando venga a México, evidentemente el Papa no se va a quedar callado ni le aplaudirá al gobierno de Enrique Peña Nieto, pues no se trata de una estrella más del Canal de las Estrellas. Es de esperarse que le pondrá sus buenos madrazos, primero que nada, por la violencia en distintas partes del país; pero también por no frenar la trata de personas; por permitir que se siga destruyendo la riqueza natural de la Nación; y, obviamente, por su falta de corazón en el caso de los normalistas de Ayotzinapa.

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