Arslectorum

Fuentes de la sin razón

domingo, 20 de julio de 2014 · 22:28
"Lee y conducirás, no leas y serás conducido”. Santa Teresa de Jesús.

Me complace la cordialidad de autores que escriben sobre lo que leen, que tocan con su pluma el corazón de otras obras. 
Carlos Fuentes, ensayista literario, refrenda con su muerte la viva eternidad de su Arslectorum: "Cada lector crea su libro, traduciendo el acto finito de escribir en el acto infinito de leer”. 
Ya metamorfoseado el libro, lo que continúa es la inmortalidad literaria, que se asemeja al centelleo de la antorcha: Los ciegos encuentran calor en el cantar de su llama, los videntes revelaciones en la oscuridad que se descubre como luz.
De ahí la polaridad con la que la tradición abona algunas deudas históricas: La manera particular de estancarnos en la cómoda locura a la que pertenecemos, o de encontrar los replanteamientos de la existencia en la iluminación, así la corruptible carne de la vida se incinere en el intenso fulgor del ángel.
Unos tejerán la mortaja del miedo y se envolverán en el escudo de las normas, cerrazón de los preceptos, inferioridad que cifra la sumisión en obediencia insana; otros, como Don Quijote o Henry Miller, o el mismo Cortázar, realizarán el pulso de la existencia en la aventura de lo leído.
"El hombre se transforma en la medida de todas las cosas, pero descubre que su libertad es inseparable de su soledad”, especifica el autor de Aura, arañando con luminiscencia segura las sombras de la sinrazón.
En el capítulo 10 de La gran novela Latinoamericana, titulado: "Julio Cortázar y la sonrisa de Erasmo”, Fuentes nos lleva al mediterráneo Egeo y nos convida de la "locura serena de un griego”, evocada históricamente por Horacio y reafirmada por Erasmo, que este hombre (estaba tan loco que se pasaba los días en medio de un teatro, riendo, aplaudiendo y divirtiéndose, porque creía que una obra se estaba representando en el escenario vacío. Cuando el teatro fue cerrado y el loco expulsado, éste reclamó: "No me habeís curado de mi locura; pero habeís destruido mi placer y la ilusión de mi felicidad”).
Hijos de Erasmo, mucho abunda en las grandes esperanzas, que elogiamos nuestra locura desmedida: "Todos los demás animales se contentan con sus limitaciones naturales –alegará el natural de Róterdam–. Sólo el hombre trata de dar un paso más allá”. 
Leer a Carlos Fuentes, antes y después de su muerte, me ha significado la sinrazón de comportarme como algunos de sus personajes, ser un poco él en ellos, al igualar la tradición libresca huyendo del prejuicio.

raelart@hotmail.com


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