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Las lecciones del fracaso: Desinformación y electores explotados

“Quien olvida su pasado está condenado a repetirlo”: Santayana. Por: Rael Salvador
lunes, 30 de marzo de 2015 · 00:00
A la construcción de las democracias contemporáneas se les ha otorgado el eufemismo de "sociedades de la información”.
Así, en todos los niveles académicos, les queda advertido a los educandos: "Son afortunadamente libres, gracias a las leyes de transparencia y accesibilidad de datos”, ahorrándoseles el juicio crítico y la invitación al desafío de comprobarlo.
No es de extrañar que tanto sea el peso de la desinformación en estas falsas democracias (por encontrarse en vías de construcción), que la balanza se incline a favor de la tiranías.
Las tiranías, estados totalitarios disfrazados de bondad platónica (echarte al plato, con la salsa política de tu preferencia), que encubren con el barniz de la ley y el resplandor de la pólvora: el estado policial que las protege y salvaguarda.
¿Antes era así? ¿Cabe interrogarse por épocas mejores o tiempos peores?  
Sí, cabe preguntarse: ese el marco de referencia en donde se han accionado los cambios históricos, por medio de las revoluciones o a través de las urnas (piense en el 2012 de Peña Nieto, en lo que está viviendo y no deje de lado el 1970 del Dr. Salvador Allende, tres años antes del "pinochetazo”).
"La sociedad que pierde el contacto con el pasado –como lo bien lo dice Trevor J. Saunders– se halla en peligro, porque engendra hombres que desconocen todo cuanto no sea presente e ignoran que la vida ha sido y podría ser diferente de cómo es hoy. Estos hombres aceptan la tiranía con facilidad, pues nada tienen con que compararla”.
Me vienen de la memoria estos versos del poeta finlandés Claes Andersson: "Con las limosnas deberían/ haber comprado cuchillos, no olvido”.
A través de la historia, a lo largo y ancho de los tiempos modernos, el núcleo argumental de las propuestas democráticas –con anuencia de Estado y bendición de por medio– únicamente han servido para que el poder fáctico de la oligarquía se encañe y se ensañe en el robo permitido y la violencia civil del consumo.
Así el Capitalismo y sus rituales, que permite que el cinismo divino cohabite con el derroche de emociones peligrosas, despilfarro que se encuentra cifrado siempre en el doloroso mundo de lo obsceno, lo cruel y lo prohibido.
Por la enajenación de los olvidadizos y las omisiones de los desmemoriados, por la testaruda dejadez de los conformistas y el ancla tumultuosa de no ser nadie en el vacío, naufragamos en la sociedad de los slogans, en comunidades publicitarias que sustituyen la realidad por falsos conceptos de "bienestar y consumo”, donde, más que nada, el diseño y la estupidez se mezclan con el ingenio activo y deslumbrante, quien siempre se encuentra al servicio del engaño.

raelart@hotmail.com

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