Columnas

La comedia política

Por Dan T.
domingo, 4 de diciembre de 2016 · 00:00
Felicidades, Peña
Agencia Reforma/Ciudad de México

¡Qué felicidad! ¡Qué gusto! Hoy es día de celebrar, de abrir la champaña, el tequila o, ya de perdida, el bacacho. ¿O a poco no amerita una gran pachanga el hecho de que justo esta semana Enrique Peña Nieto cumplió cuatro años como Presidente? No, no me hagas caras, ni me peles esos ojotes. Y no me enchueques la boca, que se te va a quedar así.
 
Piénsalo bien: claro que debemos festejar que Peña cumpla cuatro años como Presidente. ¿Por qué? A ver, te explico: primero, porque nadie, ni él mismo, pensó que fuera a durar tanto en Los Pinos. Si sigue ahí, significa que el país no se ha caído a pedazos, como suponíamos en 2012. Pero lo más importante es que al cumplir un nuevo aniversario su gobierno, significa que... ¡ya falta menos! Y en dos añitos podremos deshacernos del mexiquense, su copete y su abusiva familia. Y si votamos bien en 2018, en una de ésas hasta a la cárcel los mandamos. Pero, bueno, no nos adelantemos. Sigamos como los alcohólicos: un día a la vez. Es como aquel señor que le dijo a su esposa:
--Mi amor, hoy cumplimos 30 años de casados. ¿Qué hacemos?
--Ay, mi vida, pues hagamos lo de siempre: aguantar, carajo, aguantar.

A’i va el muerto
También se puso en marcha la caravana que llevará al Comandante desde La Habana hasta Santiago, en una especie de camino de reversa a la marcha triunfal de la Revolución que tomó la capital cubana en 1959. 

Mientras su cadáver es paseado a lo largo de esta semana por los polvorientos caminos de Cuba, Fidel Castro llegó al cielo y lo primero que pidió fue hablar con San Pedro. El guardián de las puertas del cielo lo recibió con desconfianza, pero lo recibió.
--¿En qué te puedo ayudar, hijo?
--Bueno, chico, es que, mira, yo no sé si lo mío, lo mío es esto del cielo.
--¿Por qué no, Fidel?
--¿Pero qué tú dices? Pues es que esto de las alas y el cielo azul y los sillones de nubes, nomás no me hallo. Es demasiado lujo para mí, se parece a mi castillo en Francia, pero no a la casa que todos los cubanos tienen en la isla.
--¿Te gustaría entonces ir al infierno, Fidel Castro?
--Pues sí, si no es mucha molestia, chico.
--No te preocupes. Es muy fácil: sigue aquel camino dorado y yo mientras le echo una llamada por teléfono al diablo para que convencerlo de que te reciba.
El Comandante se levantó, se echó a andar camino del infierno, peeero dejó abierta la puerta del cielo, debido a que estaba acostumbrado a que le hicieran todo en la Tierra. Cuando unos pequeños demonios vieron que la puerta celestial estaba de par en par, lo demoñitos corrieron a meterse al cielo.
--¡Joder! --exclamó San Pedro, al que le daba por maldecir como español cuando se emocionaba.
--¿Qué pasa? --le inquirió su querubín asistente.
--¿Que no ves? Tiene sólo cinco minutos que Fidel Castro se fue al infierno... ¡y ya tenemos refugiados!

El del estribo
Se dice que Cristóbal Colón fue el primer tecnócrata de la historia. Cuando zarpó del Puerto de Palos, no tenía la menor idea de a dónde iba. Cuando arribó a América, desconocía por completo dónde diablos estaba. Todo eso lo hizo con el dinero que le dio el gobierno y, al final, ¡se llevó toda la fama!

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