Columnas

DESDE LA BANQUETA: Diputados caros y de mentis

miércoles, 29 de julio de 2015 · 00:00
Por: Sergio Garín Olache
 
 
Las encuestas que ponen a partidos políticos y diputados en el último lugar de respeto ciudadano por abajo inclusive de la policía judicial, y que niegan de esta manera la propaganda del Estado que señala en el artículo 41 de la Constitución: "los partidos políticos son entidades de interés público”. Los mexicanos opinan lo contrario y su baja
participación e interés en procesos electorales así lo confirma. 
 
La Constitución que nos rige tiene, entre sus peores fallas de ingeniería, la de no señalar el equivalente del quórum para hacer válidas unas elecciones. No únicamente entrega suelo, subsuelo, aires y aguas a una entidad que jamás define y llama "nación”, sino que no alcanza siquiera la sencilla sensatez del reglamento interno de una asociación de vecinos: en toda asamblea hay un mínimo de personas o quórum, cuya presencia permite proceder, y sin ese mínimo la asamblea y sus decisiones no tienen validez.
 
No ocurre otro tanto con la mayor asamblea de la nación que son las elecciones federales. Gana quien más votos obtenga, así sea los de mamá, tías y primos del candidato, si a los demás no los quiere ni su madre. Han blindado su acceso a fondos públicos por miles de millones con ferocidad de piratas.
 
Hay castigo y es increíble quien en campaña señale disparates del oponente o sus delitos, aún si están comprobados, o su patanería grabada y publicada; pero no hay escarmiento contra los partidos políticos cuando se confabulan con el fin de prohibir toda expresión que los pueda molestar, o para derrocar el árbitro cuando les da la gana o elevarse a placer los miles de millones a sus gastos. 
 
En síntesis: No hay castigo para los partidos políticos coaligados contra el ciudadano, porque sus representantes en el Congreso se han cuidado bien de legislar para escudarse de la indignación popular, ya sea penalizando toda crítica y hasta el simple deslustre de su fama, como han asentado en la nueva legislación electoral, o mejor aún, quitando poder al voto.
 
En el voto radica la más definitiva capacidad de castigar la conducta ignominiosa de los partidos. Pero doscientos no necesitan más voto que el dedazo de sus dirigentes; los otros trescientos no se debían tampoco a sus electores para los siguientes comicios porque no había reelección. Hoy la reelección aprobada dependerá de las cúpulas partidistas antes que del voto ciudadano, porque un legislador sólo podrá aspirar a reelegirse por el mismo partido que lo postuló, a menos que haya renunciado a él antes de cumplir la mitad de su gestión.
 
Y, por último, pero mejor que todo: el desprecio ciudadano manifestado como abstención, en nada los afecta. Lo mismo es ganar cuando salen 25 millones a votar que si apenas salieran 25 mil. Así las cosas.

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