Editorial

Nueva Constitución

sábado, 6 de febrero de 2016 · 00:00

México requiere desde hace muchos años una nueva Constitución, pero las fuerzas políticas tradicionalistas y anquilosadas se oponen a cualquier iniciativa para elaborar una nueva Carta Magna, a pesar de que el documento vigente ha sido modificado en infinidad de ocasiones, casi siempre para favorecer a una minoría incrustada en el poder.

 

En lugar de tener una Constitución parchada, desactualizada y ambigua en muchos de sus apartados, el país requiere de un marco jurídico que garantice la transparencia y rendición de cuentas, y sanciones ejemplarmente el tráfico de influencias, el nepotismo, el desvío de recursos y las omisiones de los servidores públicos.

No se trata de convertir la Constitución en un código penal disfrazado, pero es fundamental generar una regulación moderna en la cual los derechos y obligaciones sean las bases para alentar el desarrollo social y el crecimiento económico, y no continúe siendo un instrumento que solape la impunidad y corruptelas de la clase política que tiene décadas reciclándose en las esferas del gobierno.

 

Además, también es necesario revisar todas las leyes secundarias y códigos que han emanado de la Constitución de 1917, promulgada por Venustiano Carranza.

 

Así que a un año de cumplirse el centenario de nuestra Carta Magna, que ha sufrido más de 700 cambios, es obligado un análisis profundo y responsable, que generé un nuevo texto constitucional que refleje la pluralidad y diversidad del país, que aliente la participación ciudadana y fomente la productividad.

 

Es verdad que los problemas y rezagos que padecen la mayoría de los mexicanos no se resolverán por decreto, pero siempre será fundamental contar con una figura jurídica que dé certeza y que todos acaten.

 No es posible que se prefiera discutir legalizar el consumo de la mariguana para fines supuestamente recreativos, que en replantear la urgencia de contar con leyes que regulen y sancionen la opacidad, la corrupción y el conflicto de intereses, porque la actual Constitución y demás leyes que de ella surgieron carecen de dientes para castigar a los malos gobernantes.

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