DESDE EL VIGÍA

Desencantos

martes, 28 de marzo de 2017 · 00:00
En las elecciones federales intermedias de 2015 los partidos políticos no entendieron el mensaje de los ciudadanos, y justificaron la baja votación que obtuvieron con el argumento de que sólo se había elegido a diputados, pero en los comicios locales de 2016 se confirmó que el grueso de la sociedad no tiene contrato colectivo con ninguna fuerza política.
El desplome del voto duro de los partidos obedece a varios factores y depende de las circunstancias socioeconómicas que se presenten en cada región del país, pero al revisar el mapa nacional del comportamiento electoral se advierte un desencanto de los mexicanos hacia la democracia representativa, porque ya no cree en el sistema de partidos.
México carece de una ley específica para partidos políticos, situación que les permite establecer alianzas entre ellos, las cuales sólo tienen como propósito ganar elecciones sin el compromiso de cumplir con un plan de gobierno; además, cada año se les asignan miles de millones de pesos como financiamiento público, recursos que ejercen con discrecionalidad y opacidad, a pesar de los esfuerzos de los órganos electorales por auditar ese dinero.
Por lo tanto, lo que percibe la gente es que las votaciones son bastante caras, los partidos se despachan con la cuchara grande, sus dirigencias imponen candidatos, y ya en el poder no resuelven los problemas, no abaten los índices de corrupción ni generan las condiciones para que haya crecimiento económico y desarrollo social.
Debido a lo anterior a nadie deberá extrañar que en las elecciones presidenciales de 2018 y locales del 2019, sorprendan candidatos independientes, quienes sin tantos apoyos financieros pero con un discurso antisistémico pueden sumar una importante cantidad de sufragios. Es tal el hartazgo y repudio a los partidos que un perfecto desconocido puede tambalear al sistema, como ya ocurrió en Ensenada el año pasado.
Si la tendencia sigue como va, es factible que en 2018 seamos testigos de alianzas que parecían inconcebibles entre los partidos, con tal de permanecer o alcanzar el poder y no perder sus millonarias prerrogativas. Sus comités directivos saben que si compiten por sí solos no conservarán el registro, así que serán capaces de todo con tal de mantener sus privilegios, aunque se traduzca en mayor rechazo de los ciudadanos.


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