Cuando el transporte se queda corto

martes, 15 de abril de 2014 · 22:28
Uno de los elementos que caracteriza a una buena o mala urbe, es la eficacia o no de su sistema de transporte, ya sea, que hablemos del público o el particular y las diversas reglamentaciones que realiza la autoridad, así como la forma en que implementa la normatividad en aras de proteger a los usuarios. 
En este primer trimestre del presente año han ocurrido 29 decesos en el puerto de Ensenada, de los cuales el 40 por ciento han sido de ciclistas o peatones, según datos oficiales, dejando el 60 por ciento restante a accidentes de vehículos automotor. Es decir que cada tres días hay un muerto por estas causales, lo cual es preocupante para los residentes de la ciudad.
Analicemos el por qué de esta situación. 
Frente al transporte público, la zozobra de la posible alza de las tarifas al servicio dado por éste, la mala calidad de los vehículos, aunado al mal servicio que dan los conductores que siendo dueños de la vía no respetan la ley de tránsito; han obligado a muchos usuarios el buscar medidas alternativas para contrarrestar el detrimento económico, por lo que gracias a una cultura del deporte se ha optado por el ciclismo, lo cual, se aplaude para aquellos que lo realizan. 
Pero el realizar ciclismo en la ciudad es una osadía, debido a la poca infraestructura vial que existe para aquellos. La falta de una ciclo-ruta y la aceptación del estacionarse los carros en las avenidas ocupando un carril, obliga a los ciclistas a transitar junto a los vehículos automotores, lo que muestra el por qué de las cifras anteriores.
Ahora bien, cuando se trata del transporte particular, existen culpas compartidas tanto del conductor como del transeúnte. La falta de cultura de respeto a la normatividad de tránsito se convierte en la aquiescencia de cada uno para pasarse un alto o cruzar la calle en los lugares que no son autorizados. Esta aceptación colectiva a la infracción normativa, se puede observar tan solo en un fin de semana en donde la gran mayoría de personas salen a divertirse a los centros nocturnos, empleando sus vehículos para transportarse e ingiriendo (en ocasiones pequeñas en otras grandes) cantidades de alcohol.
Entonces ¿qué hacer? Lo principal es la implementación de medidas que vayan acorde no sólo con la sanción, sino también, con la creación de una cultura de cero tolerancia frente a la infracción de tránsito. Que la regularización inicie con el reproche por parte del colectivo a aquellos que violenten la norma, claro está, que trabajando de la mano con la autoridad de tránsito. Porque si las medidas sólo son para sancionar y no educar, ya han observado los datos que van en aumento. Recuerden que cada vida es única y no hay excusa para amenazarla o acabarla por falta de diligencia y de cultura. Mientras tanto seguiré con mi pluma escribiendo esta apasionante novela de la sociedad.

* El autor es escritor, actor de teatro y licenciado en Derecho por el CUT

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